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domingo, 18 de diciembre de 2022

ROBERTO ALCÁZAR Y PEDRÍN (Valenciana, 1941)



Editorial:  Valenciana
Año:   1941
Ejemplares:  1.219
Dibujos:   Vañó
Guion:   Puerto, Jover, Pedro Quesada
Tamaño:   17 x 24 cm.
Páginas:   16 y 10 + cubiertas
Precio: 60 y 75 cts. 1, 1,25, 1,50, 1,75, 2, 3, 4, y 6 pts.







Apología de mis dos primeros héroes

Colección de culto del tebeo español. Serie locomotora de Editorial Valenciana, incluso del sector en las  primeras luces de posguerra. Pocos personajes del tebeo han sido tan encumbrados y obscurecidos como  la pareja formada por el Sr. Alcázar y su deslenguado escudero Pedrín. Sus números no ofrecen lugar a  dudas sobre el papel preponderante que jugó esta serie en el panorama de la viñeta durante decenas de  años. No sólo fue la primera en alcanzar el éxito, sino la más longeva con diferencia: treinta y cinco años en cartel y 1.219 cuadernos. Toda una enciclopedia, una ventana a la imaginación, a la geografía, a las razas del mundo, a la botánica, a los monstruos y seres diabólicos, a la mujer pérfida y a la desamparada... Y también al ingenio y frescura de una forma nueva de lenguaje, el de Pedrín, que incluso en ocasiones se instaló en la calle. Una colección inmortal que tuvo de facha lo que servidor de astronauta.  

Roberto Alcázar y Pedrín encandilaba y enganchaba desde su primera lectura. Cualquiera de sus aventuras era marchamo de garantía a los ojos del primerizo lector. Apenas se tomaba contacto con la pareja uno tenía la sensación de estar frente a dos héroes privilegiados. El primero, encarnando como nadie la justicia, la fuerza, la destreza; esgrimiendo toda suerte de virtudes: desde la elegancia a la inteligencia. ¡Qué manera de golpear a diestro y siniestro! ¡Qué estilismo tan depurado! Roberto era Dios, el hombre diez. Un ser sobrehumano, invencible. ¿Y Pedrín?... pues eso, el vivo retrato de la astucia, la pillería personificada; un enano deslenguado de pantalón corto que se paseaba por la serie destilando provocación. Cada uno de sus movimientos anunciaba ingenio y sagacidad. Nada de lo que hacía era gratuito. Siempre alerta. Su vocabulario, de alta escuela escuela creativa, rayaba la exquisitez objetiva cada vez que lo dirigía sobre algún malvado: insultos y expresiones que caricaturizaban magistralmente a la persona destinataria de su palabrería. Un verdadero maestro de la expresión callejera más genuina. 



Viñeta del cuaderno núm. 153


Es posible que estas flores que vierto puedan resultar excesivas o exageradas, puedo entenderlo. Quizá soy poco objetivo. Es probable que la razón de esta encendida defensa no sea más que una edulcorada respuesta a los comentarios peyorativos que sufrió la serie en tiempos no muy lejanos. Si es así, está mas que justificada mi defensa. Porque, aún no habiendo sido muchos los críticos, afortunadamente, sí han sido mezquinos o poco afortunados en su análisis. Salvo alguna excepción, pocos de esos escritos han sido objetivos con el tipo de producto que los señores Puerto y Vañó diseñaron. Roberto Alcázar y Pedrín no puede ser analizada desde la capacidad de discernir que ofrecen los años adultos; sobretodo si se hace a destiempo, cincuenta años después de haber sido concebida. señalar a la pareja protagonista como representantes del régimen franquista, o que el Sr. Alcázar estaba inspirado en el fundador de la falange, José Antonio primo de Ribera, es grotesco. Y no digamos de aquellos que veían en la relación de la pareja signos de homosexualidad. Puro esperpento.  

Cuaderno núm. 25 de la primera edición


Roberto Alcázar y Pedrín no fue más, ni menos, que un producto que emergió de las circunstancias sociales de aquellos años. Una producción gestada al amparo de una sociedad poco cultivada, condicionada en extremo. Una serie creada por gentes que mantuvieron el tipo y la dignidad frente a leyes ridículas que tenían como como principal objetivo abortar todo tipo de renuevo social o político, ya fuese escrito o gráfico. En definitiva, un proyecto nacido de la imaginación y catarsis de unos jóvenes creadores que bebían en las únicas fuentes posibles de aquellos años de racionamiento cultural. Con el valor añadido de haber sabido rastrear en el imaginario colectivo de manera brillante; en sus referentes más universales. Una herencia acumulada por el cine, la novela decimonónica en todas sus variables, el folletín y la calle. Dicho de otra manera, Roberto Alcazar y Pedrín fue el espejo sociológico de esos años, la destilación cultural de sus guionistas, sin que estos tuvieran la más mínima intención de adoctrinar a nadie.


Cuaderno núm. 47 de la primera edición


La compostura argumental de la serie pasó por diferentes procesos de creación. La tibieza inicial de conectividad entre cuaderno y cuaderno puesta de manifiesto por el dúo Puerto-Vañó, pronto desembocó en relatos con principio y final en cada ejemplar. La serie nació con dudas estructurales, como no podía ser de otra manera dadas las circunstancias que rodeaban a la industria editorial. Los cuadernos carecían de numeración; también de cabecera corporativa, lo que dificultaba sobremanera su identificación y coleccionismo. De ahí que los autores decidieran durante los primeros ejemplares cierta ligadura argumental, a pesar de que cada aventura estaba pensada para ser consumida de forma independiente, sin condicionantes argumentales. No obstante, mantuvo, como decimos, algunos elementos de enlace en un intento de arropar y promover su coleccionismo. 


 Cuaderno núm. 47 de la primera edición


Roberto Alcazar es periodista inquieto y aventurero que se dirige a Buenos Aires para hacerse cargo de una herencia. Viaja en el trasatlántico Neptunia. Lo mismo que Pedrín, un avispado mozalbete que transita escondido debido a su condición de polizón. Y que será pieza clave, junto a Roberto, en la tarea de evitar el robo de la colección de brillantes Gipsy que se encuentra a bordo. Una banda encapuchados dirigida por el Doctor Leyva serán los malos de la película. así, Argentina, el barco Neptunia, su Capitán, la herencia de Roberto, etc., se convierten en los elementos perdurables a lo largo de unos cuentos cuadernos. De hecho, en el segundo de ellos, Roberto y Pedrín tendrán que lidiar de nuevo con Los piratas del aire, la banda de encapuchados capitaneada por el malvado Doctor Leyva. La obsesión de los ladrones por hacerse con la colección de brillantes continuaba en la segunda entrega. 



 Svintus, fragmento del cuaderno núm. 97
con fondo alterado


Y hasta aquí puedo contar. El resto son mas de un millar de historias, algunas de ellas --como la de El Hombre Diabólico, desarrolladas a través de varias entregas--.

lunes, 9 de noviembre de 2020

MIGUEL QUESADA CERDÁN: ADIÓS A UN GIGANTE DE LA HISTORIETA





ADIÓS A UN GIGANTE DE LA HISTORIETA

El pasado 6 de noviembre nos dejó el último de los grandes maestros de la Historieta Valenciana del pasado siglo, Miguel Quesada Cerdán. Se fue el amigo a quien tanto quise y venero. Nunca olvidaré su bondad y elegancia, su enorme generosidad, su modestia infinita, a pesar de su grandeza que nunca quiso reconocer.




Querido Miguel, con tu marcha has dejado huérfanos a todos: a tu familia y amigos, a tus admiradores y a tus hijos de papel: Pacho Dinamita, Tony y Anita, Pantera Negra, Pequeño Pantera Negra, Flecha Roja, etc. Toda una vida dedicada a nosotros, los lectores, alimentando espíritus, despertando ilusiones, haciéndonos soñar. Una vida consagrada al lector más joven. De niño a niño, pues apenas habías cumplido 13 años cuando tomaste la responsabilidad (guion y dibujo) de una colección tan popular como llegó a ser La Pandilla de los Siete (Valenciana, 1945) ¡Sólo 13 años!

En la historia de nuestros tebeos serás eternamente, junto a Manuel Gago, el gran referente de la inolvidable Escuela Valenciana que tanto ayudó a popularizar el tebeo de aventuras. Esa alquimia narrativa de ritmo frenético que logró hipnotizar a varias generaciones de lectores. 

Adiós, Miguel, te seguiré viendo cada vez que evoque una de tus portadas o cualquiera de tus viñetas.






   

domingo, 16 de junio de 2019

MUSEO DEL CÓMIC DE SANT CUGAT


El Museo del Cómic de Sant Cugat propone un recorrido por la historia de los tebeos y sus protagonistas, por las diferentes etapas del medio y la evolución de su lenguaje. Centenares de publicaciones y obra original seleccionadas con énfasis histórico para un mejor entendimiento de lo que ha representado y representa la industria de la viñeta en España. 



viernes, 30 de marzo de 2018

EL CABALLERO NEGRO (Favencia, 1950)


Editorial:   Favencia
Año:  1950
Ejemplares:  16
Dibujos:   J. Longarón
Guión   L. Longarón
Tamaño:   8 x 17 cm.
Páginas:   24 + cubiertas
Precio:   1 pta.



Colección de aventuras, con el mar como escenario principal, plagada de piratas, corsarios y excelsos espadachines. Muy en la senda del personaje de Sabatini, El capitán Blood, y también en la de su autor gráfico, Jordi Longarón, que en ese tiempo iniciaba otra colección del mismo corte titulada El Pequeño Mosquetero y que en la presente creación se muestra influenciado por el trazo de Boixcar y su depurada creación El hijo del Diablo de los Mares

Longarón había iniciado su andadura sólo un par de años atrás, con trabajos esporádicos en forma de cuantos de hadas y algún relato bélico para Toray.


La serie llegó al mercado de la mano de la editora Favencia, que por entonces se definía sólo como imprenta, su primordial tarea en origen. Aunque pronto se decantaría también por la edición de artículos de quiosco, incluidos los tebeos (ver Juan Corso, El Vaquero Moderno, Episodios de Guerra, etc.), eliminando de su estampillado el término imprenta que sí figuró en la presente colección. De excelente factura, tanto en lo gráfico como en lo guionístico, así como en todo lo concerniente a su despliegue sobre el papel, con una edición cuidada y primorosa. Atribuida erróneamente al sello A. Fábregat, cuando en realidad esta sociedad sólo actuó como distribuidora. Quizás el único punto discutible de la colección sea su formato tamaño bolsillo, muy de moda en ese tiempo, pero a todas luces deficitario en cuanto a vistosidad y presencia en el quiosco.

Otra curiosidad radicó el título. Hacía solo cuatro años que la Editorial Marco, de la mano de Boixcar, había situado en el mercado una serie con idéntico título. Sorprendente cuanto menos proponer al posible lector una colección que repetía título de cabecera en tan corto espacio de tiempo. Cierto que uno y otro héroe mostraban diferencias más que notables, entre ellas la de un antifaz en el caso del primero y un rostro descubierto, sin disimulos, en este segundo. Eso, y que aquí, al protagonista, le acompañaban dos escuderos llamados Pierre y Mosquete. El primero de ellos un hombretón entrado en quilos que solo piensa en comer. ¿Les suena de algo?

La editorial presentó la serie con el siguiente enunciado: “Sólo las aventuras del Caballero Negro tienen la emoción de los hechos verídicos. Solo el gordo Pierre y Mosquete os proporcionarán la diversión de sus humorísticas hazañas”. Una promesa exagerada, como pueden imaginar, pues de hechos verídicos la colección no tuvo nada. Lo que sí mostró el relato fue un tono desenfadado y pretendidamente pajarero.   

















Portada y página interior del cuaderno núm. 9