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sábado, 26 de enero de 2013

EL PIRATA COBRA BLANCA (Cies, 1948)







Editorial: Cies
Año: 1948
Ejemplares:  12
Dibujos:  Beyloc, Pedro Alférez
Guión:  Canellas Casals
Tamaño:  17 x 24 cm.
Páginas:  16 y 10 + cubiertas
Precio:  1,25 pts





Hacia finales de los años cuarenta el sector del tebeo andaba con paso firme y decidido hacia su plena madurez, con dos locomotoras principales, Barcelona y Valencia, que dinamizaban el mercado de manera formidable. Madrid también había aportado lo suyo, aunque por ese tiempo los mayores centros de producción eran las dos mencionadas ciudades de la zona mediterránea.  

Y lo mismo sucedía con la novela popular, cuyo fervor seguía en aumento desde varias décadas atrás. Aquí también eran las editoras barcelonesas quienes aportaban mayor producción, con Molino y Cliper como principales referentes.
Sería en este último apartado donde esa hegemonía de las grandes capitales se vería ligeramente alterada. Una excepción a la regla, deliciosa y descentralizadora, de gran calado, que situó a la ciudad de Vigo con fuerza en el panorama editor. Cies fue fundada en 1941 por el librero Eugenio Barrientos, hombre de gran visión comercial que utilizó anuncios en prensa para reclutar a muchos de los escritores de sus novelas, entre ellos a Corín Tellado.
Esto sucedía hacia 1942, o puede que fuese un año antes. No es fácil delimitar los primeros ejemplares de novelas y cuentos populares publicados por Cies. Pero sí que esos dos productos constituyeron sus primeras aportaciones al mercado del ocio y el entretenimiento. Impecables en su presentación. Porque, como decíamos, la editora no improvisó su puesta en escena como podía presuponerse de su ubicación provinciana –dicho esto sin ánimo peyorativo--, sino que se las arregló para contratar a los mejores novelistas e ilustradores del momento. Entre estos últimos se encontraban nombres como Tomás Porto, Lozano Olivares, Moreno, etc. Y entre los primeros, Fidel Prado y un primerizo Marcial Lafuente Estefanía, entre otros.
Las ediciones de cuentos y novelas –estas últimas, en su mayoría, dentro del género western— tuvieron una excelente acogida, lo que animó a la editorial a probar con el tebeo. Así, dos años después del inicio de sus actividades, hacia 1948, apareció la primera cabecera, que fue titulada El Pirata Cobra Blanca. Cies tampoco aquí titubeó a la hora de decidir paternidades, recayendo guión y dibujos en el dúo formado Canellas Casals y Ricardo Beyloc. A esas alturas Canellas Casasl representaba la esencia del  tebeo autóctono, su estandarte más representativo durante los dos últimas décadas, al menos en el apartado de la ciencia ficción. En cuanto a Beyloc, su momento de forma era más que evidente, como había demostrado en Grafidea con Cuadernos infantiles populares, Tom Clark, Casiano Barullo, etc. No era precisamente Freixas, pero su trazo se mostraba estilizado y con cierta elegancia formal.
El primer ejemplar fue titulado Las víboras humanas del castillo de Alamut, título tan poco convencional como incitador. El texto de la primera viñeta decía así: “Por aquellos días eran muchos los piratas y corsarios que parecían reyes invencibles del mar. Pero ninguno como Cobra Blanca. Se le llamaba a sí por su traje impecablemente blanco y porque sus armas tenían una mordedura venenosa que mataban iguala que las mas temibles culebras de la selva”
Era el tercer pirata en protagonizar una cabecera, después de un intento fallido de Toray con El Pirata Moderno (1946) y otro no menos fallido, al menos en estética, de Bruguera con El Pirata Negro (1947). El Pirata Cobra Blanca de Beyloc –también de Pedro Alférez en algunos ejemplares— era otro pirata, más esbelto y sofisticado, más cinematográfico. Una especie de Errol Flynn o Douglas Fairbanks jr. con bigotito y todo. Excelentes y elaboradas portadas, de lo mejorcito del momento. Con todo, la colección tuvo que plegar velas en el cuaderno núm. 12.
Pero Cies seguiría con su empeño de abrirse camino en el campo de la viñeta. Para ello no dudó en contactar con Borné, que por ese tiempo disfrutaba del éxito en Bruguera con su Hombre de la Estrella. Pero esa es otra historia de la que ya hablaremos en su momento. 


 Cuaderno núm. 1
Ilustración de Beyloc


Interior del cuaderno núm. 8
Dibujos de Pedro Alférez