Editorial: Toray
Año: 1949
Ejemplares: 11?
Guion: Varios
Tamaño: 8 x 17 cm.
Páginas: 24 + cubiertas
Precio: 1 pta.
Precio: 1 pta.
Sorprende que Editorial Toray recurriera al
formato bolsillo por vez primera con una cabecera que en su conformación
estándar llevaba ya cuatro años en el quiosco y cuyo reinado en la parcela del
llamado cuento de hadas era incuestionable. Corría el año 1949 y Azucena, la colección madre, llevaba ya
publicados 112 números, --algunos con más de una reedición a cuestas-- cuando
hizo su aparición este nuevo formato que quizá trataba de seducir a otro tipo
de consumidor que no soy capaz de imaginar. Tal vez la decisión sólo fue
una cuestión de practicidad, de acompañar al tebeo estándar de una versión más
llevadera, fácilmente transportable en el bolsillo del consumidor. En ese mismo
año, Hispano Americana, que era quien cortaba el bacalao en cuestiones de
tebeos, había iniciado o estaba punto de hacerlo varias de sus series en ese
mismo formato, Texas Bill y El Pequeño Sheriff, entre otras.
Pero el caso de Azucena bolsillo sigue siendo hoy todo un enigma de estrategia
comercial, hasta el punto de haber constituido un caso único: una misma
colección conviviendo al mismo tiempo en el quiosco en dos formatos distintos y
con un mismo precio. Así que no fue tampoco una cuestión de precio --como podía
pensarse de un formato como este--, en busca de bolsillos menos pudientes, algo
que sí hicieron algunas editoriales. Entonces… ¿por qué? Quizá porque la
cabecera empezaba a ser la gallina de los huevos de oro y se pensó que un nuevo
formato, una nueva variable de consumo más llevadera y de fácil manejo,
ampliaría aún más las ventas. No está nada claro. Lo cierto es que el invento
de esta nueva presentación duró apenas unas semanas, obviamente fruto del
escaso recibimiento que el público le deparó. Tan sólo hemos podido
contabilizar once cuadernos. Poco bagaje para una decisión que sigue siendo un
misterio.
Colección Azucena de bolsillo, como fue definida desde el dorso del primer cuaderno,
contó asimismo con el concurso de Rosa Galcerán, que también estaba siendo el
principal valor añadido de la colección madre. Su trazo, delicado, preciso y
personalista, lleno de ternura y al mismo tiempo capaz de producir en el lector
buenas dosis de angustia cuando la ocasión lo requería. Todo un referente del
tebeo femenino, una creadora sin par, admirable y eterna. Además de Galcerán,
también se asomaron a la colección firmas como las de Ayné, Juli y la del
mismísimo Boixcar; este último en el cuaderno titulado La flor de la felicidad.
Portada y página interior de uno de los cuadernos