Año: 1950
Ejemplares: 16
Dibujos: J. Juez
Guión: J. Juez
Tamaño: 16 x 22 cm.
Páginas: 8 + Cubiertas
Precio: 1 pta.Dibujos: J. Juez
Guión: J. Juez
Tamaño: 16 x 22 cm.
Páginas: 8 + Cubiertas
Hasta la aparición
de Margarí, 1950, el mercado español
manejaba sólo tres clases de cuadernos: aventureros, humorísticos y los
llamados "de hadas" –y así sería siempre, salvo excepciones--. Cada
uno con un perfil de consumidor claro, diferenciado. El melodrama, al menos en
el tebeo español, no había sido abordado desde que el cuadernillo iniciara y
consolidara su eclosión, salvo algunas aproximaciones propiciadas por el fumetti italiano
y publicadas en España por Hispano Americana de Ediciones, como Suchai, Ángeles
de la calle y alguna mas.
Con anterioridad a estas colecciones, Toray ya venía
experimentado con éxito en la colección Azucena un tipo de
relatos que, sin ser lo mismo, se acercaban bastante. Los tebeos de Azucena eran
por encima de todo genuinos cuentos de hadas y princesas, pero muchos de ellos
encerraban en sus páginas el drama más cruel y lacrimógeno. Relatos donde el
secuestro de niños, las madrastras, los seres abandonados, la orfandad, eran
habituales. Y si no parecían más dramáticos era por el trazo amable y algo naif
que aportaban autores como Rosa Galcerán y Ayné, quienes aplicaron a esas
viñetas la ternura que se presuponía debía poseer un cuento de hadas.
Azucena, núm. 112
Una de las pocas colaboraciones de
Jaime Juez
para esta colección.
En el núm. 45 de Azucena --y
hasta el 104-- Toray introdujo el relato titulado Aventuras de
Estrellita dibujado por Jaime Juez, autor que se había estrenado en la
editorial un año antes con Chacho el pequeño héroe y que ya
venía colaborando en algunos cuentos de la propia Azucena, aunque
de manera esporádica. Aventuras
de Estrellita ocupaba dos
páginas por cuaderno, que venían a complementar las ocho del cuento
habitual.
Juez mostró aquí un dibujo de
máximo realismo, áspero y maduro, básicamente cosmopolita, como mundana era
también la andadura de la protagonista. Aventuras repletas de adversidades y
desdichas: las mismas que acostumbraban a verse en muchos de los cuantos de Azucena. La
única diferencia radicaba en el trazo. Y también en el escenario: rural y
palaciego en los dibujantes habituales de Azucena, y neorrealista
urbano en Juez.
El experimento debió tener una excelente acogida, como demuestra el hecho de que Toray decidiera llevar ese tipo de narrativa melodramática al cuaderno. Así nació la colección que nos ocupa, Margarí, a la que siguieron otras cabeceras de similar tratamiento: Mari-Luz (1950) y Hojas de la vida de Toñito y Lolita (1951), además de la recopilación en cuadernos de la mencionada Aventuras de Estrellita (1950)
Margarí tuvo un
desarrollo de dieciséis cuadernos. Con una historia que arranca en un internado
donde un grupo de jovencitas disfrutan de un día de campo. Entre las internas
se encuentra Margarí, la protagonista, que sufre en silencio su orfandad,
acentuada por los regalos y visitas que reciben sus compañeras de sus
respectivas familias.
Observando algunos títulos de los cuadernos se puede vislumbrar el drama contenido en este relato: El hijo de la nieve, Madrecita, Perdida en la obscuridad, ¡Abandonada!, La cieguecita, El dolor de una madre…, así hasta el cuaderno final titulado, como no podía de otra forma, Final feliz. Los tebeos apretaban, pero no ahogaban.