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martes, 5 de mayo de 2015

JOHNNY EL TEMERARIO (Ibero Americanas, 1948)




Editorial: Ibero Americanas
Año: 1948
Ejemplares:  6?

Dibujos:  Romeu - Pedro Alférez
Guión: 
Tamaño:  17 x 24 cm. 
Páginas:  10 + Cubiertas
Precio:  1 pta.




Confieso que albergo ciertas simpatías por Ibero Americanas, una editorial de lo más curiosa y extravagante en sus años de actividad y que, quizá hoy, es la gran olvidada de la industria del tebeo clásico español. Activa como pocas –alrededor de 15 cabeceras en dos años de actividad (1947/1948)--, su fracaso fue más que evidente, como demuestra la gran dificultad que supone localizar alguna de sus creaciones.

Salvo raras excepciones, las cabeceras de Ibero Americanas se muestran hoy primitivas, como si su edición hubiese sido abordada por inexpertos adolescentes: pésima calidad de papel, impresión deficiente, barroquismo gráfico, dibujo estrafalario…, colecciones arcaicas en todas sus vertientes, incluso para el momento en que fueron editadas. Quizá esas mismas carencias las hacen aparecer hoy con ese candor tan especial de lo primitivo. Lo cierto es que observadas en la actualidad la mayoría de estas cabeceras o personajes poseen un atractivo –irracional a todas luces— incuestionable, al menos para quienes recordamos con pasión los tebeos de épocas pasadas.

Johnny el Temerario es uno de esos personajes. Una cabecera llevada al papel en su primer cuaderno por Pedro Alférez y más tarde por Romeu (véase Jaime Rumeu, según Jesús Cuadrado en su impagable obra Diccionario de La Historieta y su Uso, 1873-2000); autor este último que estrenaba su currículum con la presente obra. La proclama editorial rezaba así: “Johnny el Temerario es miembro de una patrulla instalada en el interior del Asia Oriental. Sus aventuras para prevenir al mundo del malvado Kolu, ponen de manifiesto su valor e inteligencia en constante lucha con las hordas salvajes y en beneficio de la humanidad” Eso era el anuncio, pero la realidad es que el tal Johnny era un sucedáneo más –de los muchos que se dieron en el tebeo español-- de Flash Gordon, con algunos cambios en su atuendo y no tantos en la trama y el escenario, repleto de cohetes, viajes espaciales y ciudades planetarias. Incluso el nombre elegido por la editorial recordaba al personaje de Raymond en su versión sudamericana. Flash Gordon fue presentado en ese continente como Roldán el Temerario.

La colección mantuvo el tipo a lo largo de seis entregas, que no es poca cosa dada su escasa calidad.





 Cuaderno núm. ?
Portada y página interior 

domingo, 2 de noviembre de 2014

EL CAPITÁN CORAJE (Toray, 1946)




Editorial: Toray
Año: 1946
Ejemplares:  43

Dibujos:  García Iranzo
Guión: Ayné Arnau- Iranzo
Tamaño:  21 x 32 cm. 
Páginas:  8 + Cubiertas
Precio:  1,50 pta.



El tebeo hecho aventura o la aventura hecha tebeo; eso fue El Capitán Coraje. Habían tenido que desfilar por el quiosco quizá un centenar de cabeceras para que el tebeo autóctono pudiera presumir de genuina aventura, de exotismo, de apogeo emocional, de expresividad gráfica en unas portadas inconmensurables, distintas de todo lo conocido hasta la fecha, si exceptuamos, quizás, las de El Guerrero del Antifaz. Por fin una colección podía competir con los héroes de procedencia USA importados por Hispano Americana.

El Capitán Coraje se engloba sin duda alguna en el top ten de las grandes colecciones del tebeo autóctono. Con un Iranzo de enorme voracidad expresiva, esplendoroso y rotundo en el trazo; una grafía que parecía salir de las mismísimas entrañas, de un instinto formal bufón y canalla. Paradójicamente este autor no fue el elegido en un principio para dar vida gráfica al personaje. El elegido inicial había sido un inexperto Macabich, que con un sólo cuaderno dejó tambaleante la colección.

Observando el primer cuaderno, la serie parecía condenada al fracaso –como la gran mayoría de las cabeceras de esos años—, pero con la llegada de Iranzo el personaje transmutaría en un héroe de gran atractivo, una figura que emanaba magnetismo gráfico --y no sólo por el antifaz que lucía--, convirtiéndose de inmediato en el primer gran éxito de Toray. Una editora nacida en el año anterior (1945) de la mano del empresario y guionista Antonio Ayné Arnau (no confundir con su primo, el dibujante, Antonio Ayné Esbert). Era la primera colaboración del autor con la editorial, después de haber dejado su particularísimo sello en creaciones como Dick Norton (Leyendas Infantiles, 1944) La Ciudad del Gong (Chicos, 1944) y unos cuantos cuadernos primorosos en la colección de Bruguera, Aventuras y Viajes.

El guión en su inicio –obra de Antonio Ayné-- era más bien recurrente. Con dos Condes a la gresca: uno bueno y el otro malo, malísimo. Precisamente era este último, el Conde Fardelys, quien gobernaba a sus súbditos de forma tiránica. El pueblo suspiraba por una alternancia de autoridad, deseoso de que el buen Conde, el de Clarisa, llegara al poder. En esa tesitura hace su aparición un famoso justiciero enmascarado al que llaman El Capitán Coraje, aparición que se produce cuando el hijo del Conde de Clarisa es supuestamente asesinado cuando se dispone a volver al condado en ayuda de su padre. 

Ya con guión del propio Iranzo, las intrigas palaciegas del inicio tornarán en ambientes pirateriles y exóticos, una antesala de lo que el autor depararía unos años más tarde con su cautivadora creación El Cachorro, sin duda alguna la mejor serie de piratas del tebeo español.

El Capitán Coraje dejó al descubierto la trivialidad de muchas de las colecciones que se editaban en ese tiempo en España. Iranzo llegó a ella como un huracán, con ansias de manifestar el caudal creador que llevaba dentro, empeñado en mostrar una nueva manera de diseccionar la acción, de escarbar en la esencia aventurera. Una coral subyugante de héroes y villanos muy diferente de todo lo conocido hasta la fecha en el segmento del cuadernillo.

Portada del cuaderno núm. 9

Fue la primera colección de Toray planteada en gran formato (21 x 32 cm.), siguiendo la moda impuesta por Hispano Americana seis años atrás. También constituyó la inicial incursión de la editorial en la vertiente realista, después de un par de intentos de carácter humorístico e infantil y de toda una realidad como era ya en esos momentos Azucena, aparecida hacia finales del año anterior, 1945. 

La dualidad de Iranzo como autor pudo observarse en los dorsos de la mayor parte de la colección, con un personaje de trazo humorístico titulado Aventuras de Espadito. Los interiores de portada y contraportada alternaron pasatiempos e historietas de la mano de Ayné.

A su finalización, en el cuaderno Nº. 43, la colección fue recopilada en 11 tomos, conteniendo cada uno de ellos cuatro entregas –por lo que tuvo que ser remontada--. Años más tarde volvió de nuevo al quiosco, ahora en formato cuadernillo tradicional (17 x 24 cm.) Muchas de las portadas fueron retocadas o redibujadas; incluso alguna de nuevo cuño, al ser editada en 44 cuadernos siguiendo la pauta de los tomos.  



Portada e interior del cuaderno núm. 2
  

domingo, 14 de septiembre de 2014

EL JINETE DESCONOCIDO (COLECCIÓN DIVERSA) Bergis Mundial, 1945




Editorial: Bergis Mundial
Año: 1945
Ejemplares:  3?

Dibujos:  Acob (Macabich?)
Guión: 
Tamaño:  15 x 21 
Páginas:  8 + Cubiertas
Precio:  0,60 cts.




Bergis Mundial fue una humilde editora barcelonesa que a mediados de los años cuarenta incursionó en el espacio del tebeo. Y lo hizo de forma modesta pero decidida, colocando en el mercado varias cabeceras a la vez, aunque ninguna lograría progresar con éxito en el mercado. Su condición humilde y primeriza dificultó una mejor selección de guionistas y dibujantes. En 1945, año del estreno editorial, el sector del cuadernillo lo copaban un ramillete de editoriales de cierto recorrido y experiencia: Hispano Americana, Valenciana, Marco, Bruguera, Cisne y alguna más. En ellas se aglutinaban la práctica totalidad de los autores que venían despuntando en la ilustración y la viñeta en nuestro país.   
Eran tiempos de gran ebullición sectorial, como demuestra la gran cantidad de editoriales que se iniciaron año arriba o debajo de la fecha de aparición de la presente serie. La mayoría de ellas con poca fortuna, condicionadas por la falta de experiencia y, con frecuencia, por la nula calidad de sus colaboradores. Dibujantes en su mayoría desconocidos, que en muchos casos apenas alcanzaban la adolescencia. No sabemos si sería el caso del dibujante de esta mini colección, Acob, firma o seudónimo del que no ha sido posible localizar ningún otro trabajo.
Pese a ello, el dibujo de Acob presagiaba un estimable futuro. Con trazo enérgico y garboso --también desproporcionado en ocasiones--, en el que se apreciaba cierta delicadeza y mimo, aun dentro de la ingenuidad. Puestos a especular, creo que detrás de esta firma bien pudo estar un joven Jordi Macabich que por ese tiempo iniciaba su andadura.
El Jinete Desconocido apareció englobada dentro la Colección Diversa, una especie de distintivo en el que iban a tener cabida otros personajes, como se pudo comprobar con Aventuras de Polvorilla y su Pandilla, un protagonista en clave infantil del que al parecer sólo llegó a publicarse un cuaderno.
En cuanto a la trayectoria de este protagonista --personaje estereotipado, a lo Búffalo Bill; un cowboy de pistola fácil puesta al servicio de los débiles o desamparados-- podemos dar fe de la publicación de dos cuadernos: Asalto al Rancho y Entre Pieles Roja, aunque no se pueda descartar la publicación de un tercero titulado Puños y Pistolas, al menos así fue anunciado por la editorial. Pero no ha sido posible constatarlo físicamente.

Portada y página interior del cuaderno Nº 2 




viernes, 23 de mayo de 2014

EL JINETE DEL DIABLO / EL JINETE SALVADOR (Lerso, 1946)


Editorial: Lerso
Año: 1946
Ejemplares:  14?

Dibujos:  V. Peris y Karpa
Guión: J. L. Sellés
Tamaño:  17 x 24 y 16 x 22 cm.
Páginas:  16 y 10 + Cubierta
Precio:  1 y 0,60 pta.


El Jinete del Diablo, título elegido por editorial Lerso para señalar a la presente colección, parecía tomado del cine de cowboys o caballistas, tan popular en décadas anteriores y también en ese tiempo. De hecho, en los años veinte y treinta, fueron varios los films que utilizaron el término jinete en su composición: El Jinete Vengador (1919), El Jinete Rojo (1925), El Jinete Misterioso (1927), El Jinete Huracán (1931), El Jinete Relámpago (1933), El Jinete Alado (1935)…, incluso El Jinete Diabólico (1925), entre otros. Cintas protagonizadas por afamados actores del género: Tom Mix, Ken Maynard, Harry Carey, etc.
Hacía ya varios años que el western había llegado al cuadernillo español, pero tan sólo Hispano Americana había utilizado el término Jinete en una cabecera: El Jinete Enmascarado (1943), personaje de procedencia americana conocido universalmente como Lone Ranger o El Llanero Solitario. Así pues, salvo un intento baldío de Bergis Mundial (sólo un ejemplar) titulado El Jinete Desconocido, El Jinete del Diablo de Lerso constituyo la primera incursión de autoría autóctona y de cierto recorrido bajo ese enunciado.
La colección inició su andadura arropada por dos jóvenes autores valencianos que iniciaban su aproximación al medio por esos años. De un lado, en lo gráfico, Alberto Peris (A. Peris), quien ya venía colaborando con la editorial desde el año anterior con la serie Cantinflas y Cateto (1945) y que más tarde destacaría por su trabajo en el ámbito del cartelismo cinematográfico. De otro, José Luis Sellés, guionista de otras cabeceras coetáneas en la propia Lerso, y que a la postre no tuvo demasiado recorrido en el medio. Su colaboración más significativa tuvo lugar en la cabecera Gary Cooper (Jovi, 1950)  
La plasmación gráfica del personaje de A. Peris era la de un cowboy auténtico, si nos olvidamos del antifaz. Un pistolero en toda regla, con dos pistolas –una por cinturón--, sombrero a lo Ken Maynard, pañuelo a lo Jonh Wayne y, sobre el pecho, una cabeza escarlata de Satanás con cornamenta.
El protagonista no difería mucho de otros héroes del tebeo, como pueden apreciar en el siguiente texto introductorio: “El Jinete del Diablo es un misterioso personaje, defensor de la justicia. Surge su presencia inesperadamente cuando su intervención es precisa para castigar a un bandido o auxiliar a un necesitado”. Nada nuevo bajo el sol, o bajo el quiosco, como pueden observar. Sin embargo, los censores de la época no debieron pensar lo mismo. ¿Jinete del Diablo?..., ¡Por Dios!..., ¡Hasta aquí podíamos llegar! Un héroe haciendo apología del mismísimo Diablo. Y encima luciendo sobre su pecho la simbología del anticristo. Luego llegarían al tebeo otros diablos, pero sin la connotación e iconografía satánica de este. Así, pudimos ver colecciones como El Diablo de los Mares (Toray, 1947) El Diablo Negro (Hércules, 1948) y El Diablo Verde (Iberoamericanas, 1948), sin que aparentemente hurgasen en las conciencias de los censores.
Con esa confección nominativa y gráfica, El Jinete del Diablo pudo recorrer al menos ocho cuadernos. El supuesto núm. 9 (la serie no fue numerada) apareció ya con otro nombre –qué remedio--: El Jinete Salvador, que sonaba más moralista y benefactor. También fue sustituida la cabeza de diablo que figuraba sobre el pecho del protagonista por la de un felino.
Pero esos no fueron los únicos cambios. Con anterioridad, en el cuaderno núm. 4 se producirían varias permutas que se mantendrían en adelante: cambio de formato (de 17 x 24 a 16 x 22 cm.); de paginación (de 16 páginas interiores a 8) y de precio (de 1 pta. a 0,60 cts.). Un vuelco revolucionario buscando mayor penetración de mercado, mejores ventas. Una entrega más adelante, en el cuaderno núm. 5, Lerso incorporó en el dorso un ingrediente más con una aventura protagonizada por dos buscadores de oro en África titulada Smuden y Basseht, –firmada bajo el seudónimo de Jim Logan-- que se mantendría hasta el final de la colección.
También en el cuaderno núm. 5 la fiebre de los cambios alcanzó a Alberto Peris, el dibujante, aunque en este caso el sustituto, un jovencísimo Rafael M. Catalá, alias Karpa –el de Jaimito-- no representó una evolución sino todo lo contrario, perdiendo la colección la poca frescura y dinamismo que tenía. 
Mantuvo un recorrido de al menos 14 ejemplares. Podemos dar fe.  


 Portada e interior del cuaderno núm. 3
Dibujos de Alberto Peris