AMBRÓS, EL
ESTALLIDO DEL TRUENO
Por una sola vez voy
saltarme la barrera de 1952, fecha tope que fija este blog en su análisis de
las cabeceras aparecidas en una etapa muy concreta del tebeo autóctono. Y lo
hago porque llevo tiempo queriendo expresar lo que representó para mi --y sigue representando-- la creación de Ambrós y
Víctor Mora.
No pretendo con ello
aportar nuevos o diferentes datos de los ya aportados por quienes de verdad han
profundizado en estos casi sesenta años de truenofilia, sino dar fe aquí de lo
que siento y pienso acerca del personaje y del ruido mediático, veces incuso
estridente, que genera en estos últimos tiempos. Claro que cincuenta y siete
años de existencia dan para mucho.
En los últimos años
han sido multitud las referencias o loas al personaje: manifestaciones en forma
de exposiciones, libros, análisis de obra, artículos, asociaciones –yo mismo
pertenezco a una de ellas y espero que no me echen después de que vean la luz
estas líneas--, entrevistas, homenajes a sus primeros autores, a los segundos,
terceros..., incluso una película que maldita la gracia. Y la cosa va en
aumento. En mi opinión con más luces que sombras. Un vocerío que si no fuese
porque recae sobre tan admirado héroe, perecería consecuencia de cierta locura
colectiva.
Que nadie piense que
trato de minimizar la importancia de la obra, ni mucho menos, pero albergo
infinitas dudas sobre la lógica de tamaña fiebre coral asociada a la andadura
general del personaje. Ediciones, muchas de ellas, consecuencia de refritos,
montajes esperpénticos y desfoques, por qué no decirlo, de algunos dibujantes que nunca
debieron llegar a tocar un solo pelo de aquel Trueno; el mío, el de Ambrós, el
de la Colección Dan con la figura aguerrida del Capitán descansado sobre la franja
izquierda de la portada. Con esa sonrisa y porte, con ese fondo sangre
cubriéndole las espaldas como reguero de gestas pasadas. Lo demás, salvo
excepciones, es engañarse, dicho con todo el respeto y reserva de quien vierte
una opinión subjetiva. Alguien que no ha podido escapar al hechizo del aquel
trazo preciso, dinámico, bello y majestuoso de Ambrós; aquel dibujo que parecía
invitar a la épica con un lenguaje visual que convertía lo tremebundo en
divertido: no había más que mirar las caras del trío protagonista para intuir
que aquello era puro compadreo.
Mi condición aldeana
me impidió conocer la serie en el momento de su alumbramiento. Mi pueblo era un
lugar de no muchos habitantes en el que no existía ni un maldito quiosco o
librería. Era el menor de cinco hermanos y en mi despertar a las viñetas me
topé con una considerable herencia acumulada años atrás de cuando mi familia
consumía colecciones como Zarpa de León, Suchai, Roberto
Alcázar y Pedrín, etc. Así que llegué tarde al Capitán Trueno, lo mismo
que a otras colecciones que luego tanto me impactaron, como fue el caso de El
Cachorro.
El primer cuaderno
del Trueno de Ambrós que cayó en mis manos, fruto de una compra masiva de
diferentes ejemplares de otras tantas colecciones –un apasionante y tormentoso
pasaje de mi vida que ya he contado en el libro La Magia Maga--, fue el
núm. 55, titulado El Valle de los Monstruos. Como digo, no fue
una portada elegida por razones impulsivas o impactantes; solo fue un cuaderno
más de los muchos que compré con las 25 Pts. que había conseguido sacar de las
arcas familiares de forma poco ejemplar.
En aquella portada
había algo diferente de las otras portadas de mi compra; unos personajes que
parecían pasarlo de rechupete hasta en la adversidad, incluso si ésta se
desarrollaba en un valle plagado de monstruos, según reconocía el mismísimo
título. La figura del protagonista despachando a un esquimal de un certero
golpe a dos manos sin perder la sonrisa me dejó perplejo, acostumbrado como
estaba a la inexpresividad de los héroes del tebeo que yo conocía –salvo
Pedrín, que hay que reconocer que disfrutaba de lo lindo con los mamporros que
largaba Roberto--. A la izquierda de la portada, en un segundo plano, se veía a
un gigantón con vestimenta a rayas sujetando, como si fueran títeres, a otros
dos esquimales con cara de no estar de fiesta precisamente. Y coronando la
escena, subido a hombros del grandullón, aparecía un mozalbete alborozado
estaca en mano.
Pero lo que más llamó
mi atención fue el aura de perfección sensorial del conjunto de la portada, la
armonía del dibujo, su exquisitez compositiva, lo descriptivo que resultaba
todo aquello, con ese golpe acompañado de un swing visual y la cara de dolor de
quien lo recibía; con ese escorzo dinámico del protagonista en acción. Aquel
Capitán Trueno olía a limpio, a buena gente, con la elegancia del Caballero
medieval de buena cuna, con esa media melena en oscilación. Pura esencia
estética.
Leí el cuaderno y
descubrí al zampabollos de Goliat y su parche en el ojo, que me recordó a los
piratas que había visto recientemente en el cine Y al escudero Crispín, con su
lucidez y desenvoltura. Y supe que los tres protagonistas –no aparecía aquí la
bella Sigrid— se encontraban en el mar del norte. Habían sido arrastrados por
una enorme ola producida por un maremoto. Entonces quise saber lo que era eso
del maremoto. Y porqué era capaz de fabricar olas gigantes. Pero sobretodo
quise indagar en las aventuras que los protagonistas habían dejado atrás,
aunque fui consciente de la difícil tarea que tenía por delante, especialmente
en lo económico.
Vivía ya en la ciudad
y pronto descubrí unos comercios de compra-venta-cambio de tebeos, en los que
se podía leer los cuadernos atrasados de las colecciones más importantes al
módico precio de 10 cts. unidad. Ahí, en esos locales, empezó mi embeleso por
Trueno y sus amigos. Y mi admiración por la firma que figuraba en las portadas:
Ambrós, Ambrós, Ambrós,… Hasta el punto que había veces que pasaba más tiempo
observado las cubiertas que leyendo el interior de los tebeos. Como olvidar
aquel huracán colgado de una lámpara cayendo sobre sus enemigos de El
Cautivo de la Fortaleza (Nº. 2); la disputa contra el barbudo
vikingo Ragnar, con Sigrid y aquel encapuchado observado desde la distancia, de
¡Al Abordaje! Nº. 3); la lucha contra los leones sobre la arena de los
Kadori de ¡La Terrible Simla! Nº. 6). Y otras muchas e incontables
imágenes que hoy, si tuviera el don, sería capaz de dibujar de memoria: La
Carga de los Elefantes (Nº. 7), ¡Cuatro contra Todos! (Nº. 9), Legión
de Fantasmas (Nº. 10)…, portadas todas ellas grabadas a fuego en la
retina del alma. Imágenes que me han acompañado durante cada uno de los años
transcurridos desde entonces.
La colección siguió
su curso y yo lo seguí sin apartarme de ella durante largo tiempo. Hasta que un
día, cuando la pasión por los tebeos dio paso el cine, la música y las chicas,
descubrí sobresaltado en un quiosco una portada con un Trueno que no era mi
Trueno; una cara que no era la suya, un rictus, agrio y anguloso, que no era
propio del Capitán sonriente que vivía en mí. Desde ese momento volví la mirada
hacia Ambrós con mayor veneración que nunca. El Capitán Trueno había
muerto. Me quedaba la herencia de Ambrós.
Lo que vino a
continuación dejó de interesarme, quizás porque los tebeos en general perdieron
presencia en mi espíritu de niño soñador, hasta que ya de mayor sentí de nuevo
la necesidad de recuperarlos. Y lo que ahora sé, lo que veo, es una fiesta
constante sobre el personaje perdida entre ruidosas bambalinas, como si todas
las etapas y creadores de Trueno tuvieran la misma importancia. Algo que me
niego a reconocer, por mucho que hayan existido, o existan, dignísimos
narradores, incluso algún que otro maestro. Pero mi Capitán Trueno será de por
vida el que nació del pincel –o del lápiz-- de Miguel Ambrosio Zaragoza, un
tipo humilde y honesto que merece toda la admiración, un fuera aparte, como dirían
algunos; incluso de aquellos que llegaron al personaje cuando él ya no estaba.
Mi respeto para la
mayoría de dibujantes posteriores, aunque en mi opinión ninguno lograra
alcanzar la mágica grafía del trazo de Ambrós. Y un ruego: sería aconsejable
evitar en el futuro tratamientos como el de la exposición celebrada hace algo
más de un año en Vitoria, en la que Ambrós fue minimizado hasta el punto de ser
señalado como un dibujante más entre la docena de autores que allí figuraban
relacionados. Ni siquiera tuvieron la delicadeza de situarlo encabezando la
lista, aunque sólo fuese por el privilegio alfabético del que gozaba su nombre.
Autor y personaje
formaron una sociedad imborrable, imposible de equiparar, porque en realidad
Ambrós constituyo el verdadero estallido del Trueno, con permiso de Victor Mora, claro.
Coincido en casi todo lo que dices, Paco. Y en cualquier caso, tu reivindicación de Ambrós como auténtico dibujante de Trueno, la comparto absolutamente. Tras él, es verdad, ha habido algunos magníficos dibujantes, pero el Trueno más genuino, siempre será, también para mí, el de los 170 primeros números de la colección original. 170 primeros números que son una maravilla gráfica nunca superada (excepto los que dibujó Beaumont en solitario, que son muy flojos).
ResponderEliminarTambién comparto lo que dices sobre el actual momento de ebullición poco afortunado de nuestro personaje. Yo no he visto la película ni me atrae un ápice. Tampoco me parecen adecuadas las últimas aventuras publicadas, y eso que el dibujo de Joan Boix me parece bastante bueno (Joan también admira superlativamente a Ambrós).
No obstante, reconozco que soy ferviente admirador de Angel Pardo y Fuentes Man, que son grandes en las colecciones de Trueno y fuera de ellos. Fuentes Man, por ejemplo, realizó trabajos de enorme calidad, tanto en España como en el extranjero. Al resto de dibujantes les tengo cariño, forman parte de la nostalgia, pero no llegan en mi opinión a la calidad de los anteriores, ni siquiera Blasco, Bermejo o Redondo, que son buenísimos, pero no lograron una versión tan contundente (Redondo se acercó bastante).
Nadie como Ambrós, no cabe duda. Nadie como él.
El fue el primero y el único. El dio origen a los sueños y la leyenda que se grabaron a fuego en varias generaciones. Todos los homenajes que le profesemos serán pocos.
Ambrós era grande de verdad. Muy grande. Cambió totalmente el registro y el estilo de los cuadernillos de aventuras, otorgándoles una dinámica arrolladora y una fisicidad que nunca se había conseguido con tanta precisión. Ortiz, Darnís y muchos otros siguieron sus pasos, aportando nuevas miradas. Pero la huella de Ambrós quedó como una muestra indeleble, como un logro de increíble belleza, que todavía hoy no deja de sorprendernos.
Expuse un breve homenaje a Ambrós en las siguientes entradas de Pecios:
http://peciosenunaplayacualquiera.blogspot.com.es/2011/08/ambros-el-dibujante-que-se-instalo-en.html
http://peciosenunaplayacualquiera.blogspot.com.es/2011/10/ambros-el-dibujante-que-se-instalo-en.html
Un abrazo y gracias por esta entrada extraordinaria que ha impulsado, una vez más, mi pasión inquebrantable por Ambrós.
Hola, Jesús, no conocía tu homenaje a Ambrós en Pecios. Y no sabes como siento habérmelo perdido durante todo este tiempo. He pasado casi un ahora admirando el maravilloso despliegue gráfico que haces ahí; es el más completo y el mejor que he visto nunca, así como el texto, sentido y bello. Ambrós se sentiría orgulloso.
EliminarSoy consciente de la calidad de otros dibujantes y coincido contigo en cada una de tus apreciaciones, pero ni siquiera me planteo mayor o menor alabanza a otros autores. Mi defensa de Ambrós es inquebrantable, aunque sólo sea por la deuda que todos los que vivimos su dibujos, el primer Trueno, tenemos con él.
Paco:
EliminarAgradezco sinceramente tus palabras. Eres muy amable.
La verdad es que me encantaría hacer un estudio en profundidad del Trueno de Ambrós y hasta de toda su obra. Con las entradas de Pecios me quedé simplemente en el principio.
Quizá ya te lo haya dicho (y perdona si es así), pero me gusta decir que tengo cosas escritas de los autores que más admiro, a saber, Víctor de la Fuente, Antonio Hernández Palacios, Jesús Blasco, Ambrós, José Ortiz, Florenci Clave, Fuentes Man, Carlos Giménez y el norteamericano Russ Manning, entre unos pocos más.
De algunos ya he publicado afortunadamente en algún medio. Espero seguir haciéndolo. Y Ambrós, desde luego, es uno de los que más me gustaría escribir, dejándome vagar por su ambrosía gráfica y su talento indiscutible.
Un abrazo.
Paco, que delicia de artículo y de imágenes.
ResponderEliminarDe acuerdo contigo en absolutamente todo, desde la a hasta la z. "Ruido mediático" es una definición perfecta para definir lo que ha pasado con Trueno en lo últimos años.
Ambrós es Trueno. Un buen guión, con el mejor historietista español de todos los tiempos, en su mejor momento creativo, generaron una obra maestra nunca superada. En cuando Ambrós abandonó, Trueno entró en decadencia..., por mucho que admiremos a sus continuadores, en mi caso a A. Pardo.
Ambrós, junto con Iranzo y M. Gago, sabían contar historias mejor que nadie en este país. Ambrós, además, tenía un don para plasmar el dinamismo, y un dibujo limpio y perfecto. Tal vez no fuera muy academico y no entrara en excesivos detalles, pero para mi, fue el más grande, el mejor dibujante y más completo que hemos tenido.
Qué portadas las de Ambrós!!! Desde El Jinete, hasta Trueno, pasando por Chispita, nos regaló las mejores portadas de la época.
Precioso homenaje de Jesús Duce en Pecios. Ya le conocía, pero no está de más volverlo a admirar. Si no te lo dije en su momento, mi enhorabuena por los artículos. Excepcionales.
Un abrazo, y gracias por esta grandioso artículo que me ha alegrado el fin de semana.
Es un placer y una suerte tener amigos como tu, querido Diego. Eres una de las personas que más y mejor conocen la obra de Ambrós. Y si me apuras, también te señalaré como la persona que más ha influido en la recuperación de este ardiente recuerdo que actualmente tengo de Ambrós y su Capitán Trueno. Mil gracias por tus palabras, que me saben a gloria.
EliminarEl Trueno genuino es el del señor Ambrosio, eso desde luego, pero creo que es exagerar un poco calificar de "decadencia del personaje" aventuras como la del Unicornio de los Hielos, el Samurai Takiri y su bajel del desierto, el mítico Pulpo o la de los jíbaros y otras andanzas sudamericanas... Esa etapa de Pardo tal vez no tenga la misma inmediatez que las mágicas viñetas de Ambrós (o de Iranzo o Gago, como bien dice Diego), pero sigue siendo una historieta de gran altura, tanto gráfica -a Pardo se le degusta más cuanto más tiempo pasa-, disfutable cien por cien...
ResponderEliminarLo del ruido mediático -interesado, las más veces- es lamentable, pues en cierto modo contribuye a que la gente se piense que acabado Trueno, no hay más tebeo clásico español; no digamos la peliculita, que con el tiempo se convertirá en un clásico de las sesiones de Cutre Cine y Cine Basura, de esas que consume todo adolescente entre risas, cervezas y otras sustancias hilarantes. Fui a verla al cine, éramos poca gente, casi toda mayor que yo -lectores del personaje de "primera hornada"- y los gestos eran primero de pasmo, luego de disgusto y finalmente, cuando ya se daba uno cuenta de que nada cabía esperar, de risa de la mala, de la que nace de contemplar la burricia y caradura del prójimo, sea en este caso guionista (atroz), intérprete (todos ridículos) o responsable de los casposos efectos especiales. Una tristísima faena contra el personaje, del que vale la pena conservar su primera edición en cuadernos y olvidarse del resto, desde luego...
Gracias Pedro una vez más por tu aportación al blog. Conozco alguna gente que no entiende al Capitán Trueno sin Pardo; es más, creen que Trueno es Pardo y lo demás son menudencias: Ambrós les suena a prehistoria, si les suena. Pero te puedo asegurar que cuando, como yo, vienes de Ambrós y aparece Pardo, la bofetada para los ojos es monumental. Así lo vivi, como un desgarro que no he podido superar, aun reconociendo el valor de Pardo. Pero no le perdono aquel cambio tan radical de registro, por mucho que me embelese la trama de la mayor parte de las aventuras que relacionas. Quizás las razones del alma sean a veces inexplicables. Tal vez sea mi caso.
EliminarExactamente amigo Paco. El verdadero y Genuino Capitán Trueno es el de Ambros, cuyo magnifico dibujo se está perdiendo por la desidia de Ediciones B, antes Bruguera. Al margen del color de esta nueva edición, una más que a unos les encanta, a otros les repele, a mi personalmente no me gusta, ni el color ni como está aplicado. Pero hay cosas más graves, ya que me temo que irán a peor. El emparchamiento del dibujo, tomado de la edición fascimil o vete a saber de donde, de los originales no, desde luego. Editado así por Planeta y suma y sigue. He podido ver un tomo de la edición de Signo Editores, la misma chapuza pero mucho más cara. Eso si, tomos de lujo, para impresionar a las visitas.
ResponderEliminarColección destinada a la venta a domicilio, junto a un colchón o una cafetera. El colchón es mucho más barato en la colchonería de la esquina y la cafetera también en cualquier comercio de electrodomésticos. En cuanto a la edición es mucho más barata la de Planeta, y es lo mismo. Eso si, esta pretenciosa edición esta avalada y bendecida por el señor Guiral. ???. ¡A donde han llevado al querido Capitán Trueno, no se puede caer más bajo!
Este tipo de chapuzas en las ediciones no es nuevo en esta editorial, lo podreís comprobar en el tomo 1 B/N de El corsario de Hierro, con páginas totalmente emparchadas.
De modo que de edición genuina de cuidada nada, es un despropósito más, y bastante caro. Una edición cuidada comienza partiendo de los originales del autor, o de copias, que las hay, copias limpias, donde el trazo este perfecto no emborronado, y luego poner poner en manos de un profesional el asunto del color, ya sea por medios digitales o no. Pero claro, poniendo en sus manos unas copias de B/N decentes, de lo contrario poco podrá hacer el colorista por más que se esfuerce para que el resultado sea bueno.
Mucho me temo que este comentario no servirá para nada, como el que oye llover. La masa borreguil esta de su lado y encantada esta edición por lo que parece. Esperan ansiosos la salida de cada tomo (dos por año) y lo seguirán mientras se edite. que esa es otra.
No se ha distinguido nunca esta editorial, que conozco muy bien, por el respeto a los autores, nunca les ha temblado el pulso a la hora de destrozar vertical o horizontalmente sus viñetas para adaptarlas a formatos diferentes. Como tampoco tienen el más mínimo problema en dejar una colección colgada, y van muchas. Y si el dibujo esta deteriorado, da igual, Le aplicamos un color que lo disimule y nadie se entera. Pues no señores. Somos muchos los que nos enteramos e indignamos por estas cosas. Un poco de respeto a Ambros.
Gracias, Adolfo, por tu extenso comentario sobre el Trueno de Ambrós y otras chapuzas de las gentes de Ediciones B. Me alegra que coincidamos. Felicidades por todo el trabajo que llevas cabo. Y por esa preciosista baraja asturiana. Saludos
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