Año: 1945
Ejemplares: 230
Dibujos: Manuel Gago - Luís Gago
Guión: Pedro Quesada
Tamaño: 21 x 30 cm.
Páginas: 16 y 10 + Cubiertas
Precio: 1,50 y 2 pta.
Ejemplares: 230
Dibujos: Manuel Gago - Luís Gago
Guión: Pedro Quesada
Tamaño: 21 x 30 cm.
Páginas: 16 y 10 + Cubiertas
Precio: 1,50 y 2 pta.
Siempre he tenido la
creencia de que El Pequeño Luchador
fue un clon de Fernando –el valeroso y fiel escudero de El Guerrero del Antifaz--. Suponía que Manuel Gago, ante el tirón
que poseía entre los lectores este acompañante del paladín enmascarado, decidió
clonarlo, cambiarle la espada por dos hermosas pistolas y ponerlo en el quiosco
encabezado una publicación del género western --oeste para nosotros, los niños
de entonces--. Creía no estar desencaminado hasta que una vez analizadas las
coordenadas del presente personaje he descubierto con cierto desconsuelo –tengo
que reconocerlo-- que mi creencia no era cierta, que lo reamente cierto es que fue
El Pequeño Luchador quien se
adelantó varios meses a la aparición de Fernando.
Fred Hood --nombre
verdadero del llamado Pequeño Luchador--,
hizo su aparición en los quioscos al mismo tiempo que el cuaderno Nº. 11 de El Guerrero del Antifaz. Es decir, cuando
aún faltaban doce cuadernos para la irrupción de Fernando, que como todos los
aficionados saben tuvo lugar en el Nº. 23. O sea que quizá pudo suceder al
revés de como en un principio pensaba, que fuese El Pequeño Luchador quien diera lugar a la aparición de Fernando,
aunque más bien creo que la similitud de rasgos y características entre ambos
personajes –rubiales, adolescentes, huérfanos en trágicas circunstancias-- fue
lo que fue, el resultado de la personalidad del trazo de su autor, la consecuencia
de un carácter estilístico ineluctable. Y, por supuesto, de un guionista
consciente del ideal del héroe adolescente.
Apenas once cuadernos de
El Guerrero del Antifaz habían
bastado a Manuel Gago para destapar las enormes cualidades narrativas que
atesoraba; de ahí que Valenciana se apresurase a producir este western que a la
postre resultaría todo un paradigma del género, la cabecera más longeva en su
formato de cuantas se dieron cita en el tebeo clásico español: 230 cuadernos relucientes
como soles, con impactantes portadas y un sin vivir narrativo digno del mejor
folletín. Quizá la razón del éxito estuvo en la nula diferenciación respecto del
Guerrero del Antifaz. Sólo fue
necesario un cambio de escenario, de sarracenos por pieles rojas, más una
enamorada por aquí, una pretendienta por allá –india por más señas--, un
ayudante Matón –que así le llamaban--
un malo malísimo –Jakc, espécimen pérfido a lo Ali Kan--, y la cosa tenía que
funcionar requetebién, como así sucedió. Tanto es así, que años más tarde, en 1960, volvió a los quioscos con portadas nuevas, alcanzando tanto o más éxito que en ésta su primera edición.
Portada del cuaderno núm. 1 de la 2ª edición (1960)
Hasta el momento de su
aparición (1945) el tebeo autóctono había recurrido con frecuencia al terreno
del western, género que ampliaba su horizonte comercial a pasos agigantados
gracias a la cine y a la literatura popular, pero ninguno de esos intentos
había tenido apenas recorrido, incluidos los propios de Valenciana con Gago de
garante, como fueron Bob Tayler y Tonín el Huerfanito, aunque esta última
no fuese del todo muy purista con el género.
Pedro Quesada, su
guionista oficial, iniciaba así el relato: “Una
caravana avanza por el oeste americano y se adentra osadamente en los
territorios dominados por los pieles rojas de la tribu de los apaches. De
pronto una lluvia de flechas cae sobre los exploradores de la caravana y muchos
de ellos muerden el polvo antes de que puedan reponerse de la sorpresa. Entre
los miembros de la caravana hay un matrimonio que tienen un hijo. Fred Hood,
que lucha con sorprendente maestría”. Un chico que pronto se ganará el
apodo de El Pequeño Luchador y que tendrá
en las tribus indias –Apaches, Comanches, Iroqueses, Sioux, etc.— sus mayores referentes
conflictivos hasta el último cuaderno.
Luís Gago tuvo una
mínima parte de gloria en la presente serie. Una colaboración puntual, en
momentos concretos, ante –suponemos— la imposibilidad de Manuel Gago de hacerse
cargo de determinados cuadernos. Esto sucedió en los números 13, 18 y 30, y puede
que alguno más.
Portada del cuaderno Nº 1
Página interior del cuaderno Nº 1
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