Editorial: Rollán
Año: 1951
Ejemplares: 137
Dibujos: Laffond / Armando
Guión: Varios
Tamaño: 17 x 24 cm.
Páginas: 10 + Cubierta
Precio: 1,25 pta.
Ejemplares: 137
Dibujos: Laffond / Armando
Guión: Varios
Tamaño: 17 x 24 cm.
Páginas: 10 + Cubierta
Precio: 1,25 pta.
Al igual que otras muchas editoriales de la época, Rollán inició su andadura con la edición de novelas populares, principalmente. Eso sucedía en 1947. Nada por entonces hacía presagiar su esplendorosa irrupción en el universo del tebeo. La primera cabecera en ver la luz sería la popularísima Aventuras del FBI, seguida de inmediato por la presente, Jeque Blanco, ambas en 1951.
Por fin una editorial madrileña parecía hacer sombra a las factorías del
tebeo ubicadas en Barcelona y Valencia. Un presagio que pronto se vería
confirmado por el éxito de ventas alcanzado por una y otra colección, con
especial gloria de la primera.
Diseño de portada, impresión y calidad del papel, elección de dibujante, fueron
valores diferenciales de la puesta en circulación de Rollán como editora de
tebeos, una fórmula que culminaría con un éxito casi avasallador a través,
principalmente, de una triada de colecciones de indudable jerarquía sectorial
(véase también Mendoza Colt)
Para dar forma a este exótico justiciero llamado Jeque Blanco, Rollán requirió los servicios gráficos de José
Laffond, dibujante que años atrás había mostrado su elegancia y buen hacer con
un personaje en línea estética con el presente: Raj Cobra (A. Nieto, 1949), un héroe selvático de rostro oculto
--que no pasaría de la tercera entrega— que hoy está considerado uno de los mas
singulares alumbramientos del sector en esa década. Mérito que hay que
atribuir, principalmente, al buen hacer de Laffond, a su trazo febril no exento
de cierto barroquismo. El mismo que haría las delicias de los seguidores de la
presente serie durante algo más de una docena
de cuadernos.
Lamentablemente Laffond abandonó la serie en el cuaderno Nº 13. Suponemos
que de forma voluntaria. Lo que parece claro es que su salida de Rollán nada tuvo
que ver con un escaso reconocimiento a su trabajo por parte de la editora o del
público lector. Jeque Blanco mostró
desde su inicio unas hechuras gráficas vigorosas y elegantes, con un personaje
a lo Lawrence de Arabia de lo más exótico. Así fue presentado así por la
editorial: “El más audaz Agente Secreto
norteamericano --que en la segunda Guerra Mundial había alcanzado por su valor
el título de JEQUE BLANCO entre los feroces beduinos del Sahara— llega a
Marruecos para realizar una misión especial y peligrosa por orden del Jefe del
Estado Mayor de los EE. UU”.
Portada del cuaderno núm. 4
Dibujos de Laffond
Las aventuras del protagonista se inician en África, en Orán, para ser
precisos, donde el agente es requerido para controlar las sublevaciones de las
tribus árabes en la zona; un territorio que le era familiar debido a su anterior
tarea en ese continente como reclutador de hombres durante la 2ª Guerra Mundial.
En su primera aventura se topa con un morito de lo más despierto y
dicharachero, un émulo de Pedrín --como no podía ser de otra manera en esos
años de domino comercial de la serie de Valenciana— llamado Alí, y a quien Ray
Lancaster –nombre real del protagonista-- adoptará como escudero de sus
andanzas justicieras. Unas andanzas que con la llegada de un nuevo dibujante a
la serie –y quizá también de un nuevo guionista, serán situadas en territorios
más mundanos y por tanto de menor exotismo, aunque no carentes de atractivo.
Armando –el dibujante que tomó el relevo de Laffond— sorprendió con una puesta
en escena de lo más pendenciera y obstinada, a pesar de ser un recién llegado
al medio.
Con un dibujo algo estrafalario en inicio, en consonancia con su bisoñez, Armando acabo dotando a la serie de extraordinaria personalidad, muy por encima de la mayoría de cabeceras del sector. Portadas de gran magnetismo, muchas de ellas de expresividad canallesca. Encuadres valientes, incluso inusuales, de gran plasticidad aun en la crueldad agresividad de la que hicieron gala. Todo un éxito que logró extenderse en los quioscos a lo largo de 137 cuadernos. La creciente evolución de este injustamente olvidado autor, se plasmaría años más tarde en cabeceras como Arizona (Toray, 1959) y Hacha y Espada (Maga, 1961), entre otras.
Portadas de Armando números 53 y 89, respectivamente
Con un dibujo algo estrafalario en inicio, en consonancia con su bisoñez, Armando acabo dotando a la serie de extraordinaria personalidad, muy por encima de la mayoría de cabeceras del sector. Portadas de gran magnetismo, muchas de ellas de expresividad canallesca. Encuadres valientes, incluso inusuales, de gran plasticidad aun en la crueldad agresividad de la que hicieron gala. Todo un éxito que logró extenderse en los quioscos a lo largo de 137 cuadernos. La creciente evolución de este injustamente olvidado autor, se plasmaría años más tarde en cabeceras como Arizona (Toray, 1959) y Hacha y Espada (Maga, 1961), entre otras.
Página interior del cuaderno núm. 1
Dibujos de Laffond
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