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martes, 11 de junio de 2013

EL HOMBRE DE AMÉRICA (Grafidea, 1950)





Editorial: Grafidea
Año: 1950
Ejemplares:  16
Dibujos:  Julio Bosh
Guión:  Amorós
Tamaño:  12 x 17 cm.
Páginas:  18 + cubiertas
Precio:  1 pta.





1880, California. El protagonista se muestra en la primera viñeta acompañado del siguiente texto: “Habla El Hombre de América. Muchos han dudado de la existencia del Hombre de América. Lo creo. Su personalidad apareció velada bajo la multitud de disfraces que adoptó en su trabajo. Sin embargo existe una amplia documentación que se guarda en el archivo de la biblioteca y que habla de una forma elocuente de las actividades de nuestro hombre. Digo esto porque lo sé y hay una razón que me impulsa a saberlo… ¡El Hombre de América soy yo!
Leyendo la introducción uno tiene la sensación de que El Hombre de América no fue ni mucho menos el mejor guión salido de la pluma de Federico Amorós, por otra parte uno de los grandes nombres del tebeo clásico autóctono. Y leyendo un poco más, la sensación se convierte en convicción. Un relato insulso de estructura simple –ya saben: justiciero de procedencia injustificada en lucha con una banda de forajidos de la peor calaña--. A ello contribuyó también la falta de personalidad de un dibujo incapaz de diferenciar los rasgos de los personajes, salvo los relativos al sexo. Era el primer encuentro con la viñeta de un tierno Julio Bosh, autor que más tarde sería habitual en editoriales como Ricart o Ferma con series como Ases del Deporte, Winchester Jim, Aventuras Submarinas, etc.
La colección fue fruto de la frenética colaboración establecida entre Federico Amorós y Editorial Grafidea, después del éxito alcanzado con El Jinete Fantasma, personaje éste último que había sido rechazado previamente por Editorial Valenciana argumentando que ya tenía suficiente con un enmascarado --refiriéndose a El Guerrero del Antifaz--, para desencanto del también valenciano Amorós, quien tuvo que poner sus miras en Barcelona. Pero esa es otra historia.

Prueba ozálica del cuaderno núm. 1 


El éxito del Jinete Fantasma facilitó las cosas al joven guionista, que desde ese momento paseó su firma por la mayor parte de las colecciones de Grafidea que vinieron a continuación: La Mano que aprieta (1948), La Máscara de los Dientes Blancos (1948), El Capitán Sol (1948), Mascarita (1949)… y la presente, El Hombre de América, título sin duda llamativo por todo lo que representaba el made in usa en nuestro país. Y también obvio, incluso ridículo, teniendo en cuenta el escenario de la acción, que era el Oeste americano. ¿De donde si no eran todas las gentes del entorno en el que se movía el personaje? Quizá la sombra de El Capitán América sobrevolaba ya por el tebeo autóctono. Curioso también el nombre de algunas de las féminas secundarias: Gilda y Rio Rita. Influencias del cine, sin duda.  
La serie, presentada en un formato poco habitual (12 x 17 cm., anteriormente extendido por Hispano Americana), tuvo un recorrido de dieciséis cuadernos a razón de 18 páginas cada uno de ellos. 

Cuaderno núm. 15

 Primera página de la colección, en la que se observa
la candidez del trazo de un primerizo Julio Bosh




lunes, 3 de junio de 2013

EL JUSTICIERO FANTASMA (Bruguera, 1950)







Editorial: Bruguera

Año: 1950
Ejemplares:  8

Dibujos:  Ángel Pardo y Luis Gago
Guión: 
Tamaño:  17 x 24 cm.
Páginas:  10 + cubiertas
Precio:  1,25 ptas.


De nuevo Luís Gago en una colección de Bruguera, después de anteriores y sonados fracasos como fueron Ricardo Manteca y Jorgito Apuros (1947) y El Pirata Negro (1948). Aunque aquí Bruguera, que ya estaba avisada de antemano de la escasa habilidad del dibujante, trató de maquillar la cosa encargando a Ángel Pardo las portadas, que eran en definitiva las que daban lustre a la colección a primera vista, las principales responsables de la compra por impulso. Pero ni por esas. Ni tampoco por las otras, por el guión, quiero decir, que fue previsible y poco afortunado.
De esta colección siempre se ha dicho que fue editada en 1948, pero no es así, el año concreto de su aparición fue 1950, como testifica algún anuncio aparecido en Super-Pulgarcito. Lo que si es más que probable es que fuese dibujada con anterioridad, entre 1947 y 1948, y que la editorial no se atreviera a lanzarla en ese momento visto el fracaso de las dos cabeceras anteriormente mencionadas. Es poco factible que la colaboración entre editora y dibujante se extendiera tanto tiempo, casi tres años, si tomamos como fecha de realización la del año 1950, por mucho que el autor perteneciera a la estirpe de los Gago, lo que hace suponer que la colección durmiera una par de años en un cajón antes de que Bruguera se decidiera lanzarla con la esperanza de que las portadas de Ángel Pardo obraran el milagro. No fue así, como decimos, quizá porque el excelente dibujante que venía siendo Pardo en las páginas de Pulgarcito con sus creaciones de épica medieval y aventurera, incluso con la colección de cuadernos El Caballero de las Tres Cruces (1947), aquí parecía haberse desdibujado, mimetizado quizás por el dibujo interior de Luís Gago. 
Entre 1940 y 1950 el cuadernillo español había sufrido una plaga de justicieros más que considerable; muchos de ellos bajo rostro oculto. Sin embargo, ninguna de estas cabeceras había hecho honor a tan noble cometido en su enunciado hasta la llegada de El Justiciero Fantasma, un nuevo héroe que en su primera aparición viaja de liana en liana por la jungla del Indostán, como si fuera Tarzan, precedido del siguiente texto: “Hasta el Justiciero Fantasma llegó el sonido del Tan Tan. Nadie le conocía ni sabía quien era. ¿Porqué vivía en la jungla? ¿Quines eran sus padres? ¿Por qué cubría el rostro con un antifaz? ¿Por qué siendo europeo vestía a la usanza India? Tan sólo sabían los débiles que tenía una fuerza hercúlea como el toro y agilidad de felino, como la pantera”.  Ya ven, nada nuevo bajo el paraguas del quiosco.
Anuncio aparecido en el núm. 13 de la revista Super Pulgarcito (1950)


La colección utilizó una artimaña comercial ciertamente curiosa, desconocida hasta la fecha, consistente en incluir la primera página del cuaderno siguiente en la mayor parte de los dorsos. Visto lo visto, no parece que diera mucho resultado. Cosa lógica por otra parte: al fin y al cabo solo servía para extender en una página más cada cuaderno, si mayor esmero por hacer coincidir un punto culminante de la trama con la viñeta final. Aunque hay que reconocer que la acción apenas daba tregua al lector.
Los cuadernos de El Justiciero Fantasma fueron anunciados como conclusivos –una aventura completa en cada entrega--, como pueden ver en la publicidad aparecida en Super-Pulgarcito. Pero no fue así en ninguno de ellos, quedando la trama y la colección interrumpida cuando transcurría el ejemplar Nº. 8. 

Cuaderno núm. 8, último de la serie


 Primera página del cuaderno núm. 1




miércoles, 22 de mayo de 2013

EL HOMBRE ARDILLA (Literfilms, 1950)








Editorial: Literfilms
Año: 1950
Ejemplares:  3

Dibujos:  Almarcha
Guión:  Doors
Tamaño:  24 x 17 cm.
Páginas:  18 + cubiertas
Precio:  2 pts.




Bilbao, 1950. Una nueva editorial bautizada con el nombre de Literfimls decidía probar suerte en la industria del tebeo dada la ascendente corriente afectiva que disfrutaba el medio. Si Barcelona, Madrid y Valencia se habían encaramado en lo alto de la cima editora, Bilbao --nada menos que Bilbao--, no podía ser menos, que para eso las gentes de allí eran la hostia y de estas había muchas en los tebeos de esos años.
Bilbao era la hostia incluso en fútbol --con aquella delantera compuesta por Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza--, pero editar y distribuir tebeos era otra cosa, una actividad poco o núlamente experimentada en la zona. A pesar de que –justo es reconocerlo— la aparición de El Hombre Ardilla tenía su punto. Un personaje con movilidad de ardilla que además jugaba al fútbol con endiablada habilidad, no dejaba de ser sorprendente para el lector habitual de entonces. Aunque, visto desde hoy, tampoco era tan raro que el tebeo autóctono concibiera un hombre ardilla; de hecho los americanos hacía varios años que tenían un hombre murciélago, otro araña, incluso uno de plástico, entre otros.
En cualquier caso las hazañas de El Hombre Ardilla sólo dieron para tres entregas --a pesar de que la editorial presagiaba un largo recorrido anunciando la aparición de varias series compuestas por diez cuadernos cada una de ellas--. Y eso que, como decíamos, la colección tenía su atractivo. Quizás no tanto en la plasmación de la primera portada, aquí reproducida, cuyos personajes parecen muñecos sacados de un museo de cera. Sin embargo el dibujo interior era otra, estrafalario, arcaico, pero de inequívoca notabilidad. Un trazo grotesco e histriónico, poco experimentado en el tebeo autóctono. Los interiores también mostraron un ingrediente inusual en forma de grandes titulares en la cabecera de cada una de las página; textos que destacaban aquellos hechos más sugerentes de la narración.
La primera viñeta era precedida por el siguiente texto introductorio: “Contaremos en primer lugar cómo el Hombre-Ardilla hizo su aparición en el mundo civilizado, al que tan pronto había de asombrar con sus increíbles hazañas deportivas. Para ello, lo mejor será seguir las peripecias del “Maelstrom”, mercante noruego que, navegando por los mares orientales, es sorprendido por un terrible tifón”.
El capitán del barco se ve obligado a desviar el barco hacia una isla desconocida a la espera de mejor tiempo. Al amanecer descubren que tienen un nuevo tripulante, un muchacho pequeño y feo como un primate que brinca de asta en asta con la facilidad de una ardilla. La tripulación del barco se verá incapaz de echarle mano, de manera que el personaje, que según el capitán debió ser un bebé abandonado y criado de forma salvaje en la isla, acaba desembarcando en Buenos Aires, donde participará y triunfará en un partido de fútbol tal si fuera un antepasado de Messi.    
Un creativo guión –aunque sólo hemos podido consultar el primer cuaderno— y una no menos curiosa puesta en escena de la mano Doors y Almarcha, respectivamente. 
El dorso del primer cuaderno planteaba mediante una prosa desenfadada y convincente las bases de un concurso con “medio centenar de grandes balones de goma de regalo” a los lectores más expertos en cuestiones futbolísticas, la mayor parte de ellas centradas en el reglamento del juego. Cada pregunta era acompañada de una viñeta descriptiva, facilitando así su comprensión. 
Los cuadernos números 2 y 3 fueron titulados Guerra a muerte en un partido de fútbol y El sensacional partido del millón. Fútbol y más fútbol, como correspondía a una ciudad que tenía en San Mamés su santo y seña.  

 Cuaderno núm. 1


Página interior cuaderno núm. 1