Editorial: Marisal
Año: 1942
Ejemplares: 16?
Dibujos: López Rubio, Roso, Borné, Huete, Jeysa...
Guión: Fidel Prado, Mayne Reid, Armando Galant...
Tamaño: 22 X 32 y 24 x 17 cm.
Páginas: 12 o 16 + cubiertas
Precio: 60 cts. y 1,75 pts.
Año: 1942
Ejemplares: 16?
Dibujos: López Rubio, Roso, Borné, Huete, Jeysa...
Guión: Fidel Prado, Mayne Reid, Armando Galant...
Tamaño: 22 X 32 y 24 x 17 cm.
Páginas: 12 o 16 + cubiertas
Precio: 60 cts. y 1,75 pts.
Una de las primeras cabeceras de la editorial madrileña Marisal, editada en 1942 junto a otra colección de similares característica titulada Los Grandes Viajes Científicos analizada anteriormente aquí. Marisal inauguró su actividad hacia 1940, predominando en su inicio la novela popular en sus múltiples y recurridas variantes: policial, misterio, fantasía, drama, etc. Novelas, muchas de ellas, que tenían como portadista al famoso ilustrador y viñetista Adolfo López Rubio, conductor poco tiempo después de un renombrado estudio en el que se dieron cita multitud de inciertos creadores, algunos de ellos convertidos finalmente en famosos nombres del ámbito del tebeo.
Fue de
los primeros sellos en asomarse al cuaderno de posguerra. Su primera cabecera
llevó por título Aventuras Extraordinarias de Pirulo y Mantecón y el
Detective Jack-Moón (c. 1941), serie en clave humorística de la que
hablaremos en fechas próximas.
En alguna entrada
anterior hemos comentado la apropiación por parte de algunas editoriales de la
expresión “Grandes Aventuras”,
iniciada por Hispano Americana en sus primeros tebeos de posguerra. También
aquí la editora madrileña extrajo de la barcelonesa el nombre de la presente
cabecera, pero no así sus valores cualitativos. El carácter interior del Las
Grandes Aventuras de Marisal careció del sentido evolutivo que el sector
empezaba a mostrar, semejándose más a las insulsas páginas de los semanario de
anteguerra que al tebeo moderno que iniciaba su asalto al quiosco. Era un
interior desabrido en lo gráfico, sin bocadillos y con bloques de texto que
competían en protagonismo con el dibujo. Era la consecuencia lógica de una apuesta por relatos de cierta entraña, escritos
muchos de ellos por un recién llegado al medio que firmaba como Fidel Prado,
uno de los grandes causantes de la impresionante expansión que tendría en
nuestro país la novela de bolsillo en años venideros.
La serie contó asímismo con otra clase de guionistas, aunque esta vez involuntarios: autores de relatos
universales como eran Emilio Salgari o Mayne Reid. También firmaron guiones
algunos nombres inéditos en el medio que hoy siguen siendo una incógnita: Armando
Galant y Ph. O. Selene.
En 1940 Madrid era
una plaza con poca experiencia en campo de la viñeta realista. Eso, unido a la
bisoñez del sello Marisal, a su falta de conocimiento sectorial, dio como
resultado una colección algo inmadura, carente de ritmo secuencial e incluso
primitiva en algunos de sus cuadernos, a pesar de contar con un primera espada
como López Rubio, por entonces más ilustrador que dibujante. Otros autores
fueron Vicente Roso, Huete, Jeysa, etc., que aquí probaban suerte y futuro con
la viñeta. Incluso es más que probable la participación de un primerizo José
Lafdfont, al menos eso se desprende observando el supuesto cuaderno número uno,
La Venganza del Jefe Amarillo, planteado en clave de western y cuya
ejecución muestra cierta similitud plástica con el barroquismo característico
del autor de Raj Cobra.
Las Grandes
Aventuras empezó
mostrando un formato habitual, vertical, con dieciséis páginas y
al precio de 60 cts. Pero el mercado en esos años exigía mayor sinergia con una
promesa tan superlativa como la que pregonaba la cabecera, de ahí que en el
cuaderno número nueve o diez, ampliara tamaño y formato en línea con los
productos habituales de Hispano Americana.
Hacia el cuaderno Nº
15 Marisal intentó revitalizar la colección con una ejercicio promocional
cuanto menos atípico en el tebeo español. Recurrir a la opinión del lector
sobre los valores de una determinada serie no era algo habitual en un sector de
clientelismo infantil. Marisal lo hizo, planteando una especie de encuesta a
sus lectores sobre determinadas cuestiones, igual a las que hoy nos invaden
desde los operadores de telefonía o las empresas de automóviles. Preguntas como
¿Te ha gustado esta aventura? ¿Qué te parece la portada? ¿Está bien
dibujada? ¿Te gustan los colores que tiene? ¿Has encontrado bonitos los dibujos
e ilustraciones? Cuestiones que hoy ponen de manifiesto que quizás no
todas las editoriales improvisaban tanto como se ha dicho. Mucho ímpetu y poca
reflexión es la creencia generalizada del sector editorial de primeros años del
cuadernillo. Marisal en este caso demostró todo contrario. Aunque a tenor de la
temprana clausura de la colección, los resultados de las encuestas no debieron servir
de gran cosa. Al menos en esta aventura pionera que constituyó Las Grandes
Aventuras.
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