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lunes, 30 de septiembre de 2013

EL CACHORRO (Bruguera, 1951)






Editorial: Bruguera
Año: 1951
Ejemplares:  213

Dibujos:  Iranzo
Guión:  Iranzo
Tamaño:  17 x 24 cm.
Páginas:  10 + CubiertaPrecio:  1,25 y 1,50 pts.





Cuando pienso en El Cachorro de mis años jóvenes, llego a la conclusión que aquel tebeo que leía con cierto reparo era más un tebeo de terror en toda regla que un relato de piratas de los muchos que consumí en aquellos años de infancia. Aquel dibujante era el mismísimo demonio, tal era su saña a la hora de infundir mediante el dibujo el clímax feroz y carnicero de la colección. Los piratas del cine y de los tebeos eran por lo general feos, muy feos, algunos rematadamente desagradables, pero los del Cachorro eran horripilantes, desgarradores para un niño de corta edad que aún no había traspasado la inocencia. Con aquellas muecas faciales y gestos corporales que parecían heredados del mismísimo Satanás.


El escenario habitual de la serie estaba plagado de personajes safios y sanguinarios que movían al pavor. Daban ganas de lanzar el tebeo al aire y salir corriendo, alegarse de ese muestrario de bárbaros tuneados con parches en el ojo, zarcillos y bocas desdentadas, patas de palo y gorros decorados con calaveras. Pobre Miguel, aquel grumete con destino a Maracaibo que soñaba con ser mayor y barrer de piratas el infecto mar de las Antillas. Qué poco podía imaginar el futuro Cachorro la que se le venía encima.


Portada del núm. 33


Pero detrás de aquella colección de personajes estrafalarios, detrás del valiente Miguel Díaz de Olmedo y del no menos Luís de Fierro –el capitán del Galeón--, de la bella Isabel Montero, había un dibujante de una fuerza expresiva admirable, un hombre de trazo arrollador y privativísimo, como quizás no haya existido otro en el tebeo autóctono, el aragonés Juan García Iranzo, que por ese tiempo disfrutaba de un reconocido prestigio ganado a pulso con seriales o cabeceras como Dick Norton, El Capitán Coraje y otras muchas e inolvidables creaciones, incluidas algunas de corte humorístico, entre las que cabe destacar la estrafalaria Familia Pepe y al lenguaraz aventurero Antonio Barbas, producidas por Bruguera e Hispano Americana, respectivamente.

Dibujo original de época


Bruguera sabía lo que hacía cuando aceptó editar la presente colección. Necesitaba con urgencia un éxito en el campo del cuadernillo de aventuras; éxito que una y otra vez se le negaba desde el inicio de sus actividades posbélicas. Un triunfo prolongado de un personaje que la catapultara dentro de un segmento en el que Valenciana, Marco, Toray e Hispano Americana habían tomado la delantera. Autor y editorial habían coincidido con anterioridad en la serie Aventuras y Viajes con resultados óptimos –quizás junto a las de Darnís, las portadas más espectaculares del tebeo español de todos los tiempos--. Pero ni esa creación, en su mayoría compuesta por cuadernos monográficos, ni la avalancha de lanzamientos posteriores, gozaron de la ansiada longevidad. Hasta que apareció Iranzo con El Cachorro y su recital filibustero, con su ritmo trepidante de la acción, en clara sinergia con la colección de referencia de aquellos años que era El Guerrero del Antifaz.

Y aparecieron más y más personajes a cual más carnicero y esperpéntico: El Capitán Baco, Olonés, Perro Rabioso, Pedro el Picardo, Mano Amarilla, Quasimodo, El Gato, El Tuerto, Abu-Sehif, Morgan…, piratas todos ellos de siniestra figura y peores intenciones. Menos mal que del lado de los buenos también se iban sumando algunos rostros agradables: la joven y valerosa Elena –conocida como Hija del Trueno--, o la bella Margarita --futura esposa del protagonista-- y el hercúleo Batán, aunque este último muy, muy agradable de físico no era, pero sí se convertiría en un excelente escudero de Miguel. Por cierto que el negruzco Batán, personaje que daría lustre, juego y sabor a la serie mientras ésta se mantuvo en los quioscos, acabaría profesando la fe católica y cambiando su nombre por el de Sebastián. 

Iranzo introdujo en el guión ciertos referentes de su entorno más próximo, del lugar donde residía en ese tiempo, que era la ciudad costera granadina de Almuñecar, donde recreó uno de lo pasajes más sangrientos de la colección con el ataque de los berberiscos comandados por el pirata Abu-Sehif. La Punta de la Mona, la playa del Cotobro, el Castillo de San Miguel, la Cueva de los Murciélagos…, fueron algunos de los lugares recreados en la acción.   







Las tres versiones de portada que tuvo la serie


Mayo de 1951 fue la fecha probable de su aparición, dando por supuesto que la publicación mantuviera inalterable su aparición quincenal al menos durante su primer año. Era la segunda incursión de Bruguera en el género, después del intento fallido que representó El Pirata Negro (1948) y constituyó el mayor éxito de la editorial en el apartado aventurero hasta ese momento: 213 cuadernos englobados en tres tramos: El Cachorro --a secas--, Colección Dan y Super Aventuras. Las hazañas de El Cachorro finalizaron en los primeros meses de 1960, no sin antes haber dejado limpio de piratas el mar Caribe. La travesía de regreso a España “fue tranquila y feliz. Miguel y Margarita forjaron proyectos para el porvenir. Y todos se cumplieron. Años después contrajeron matrimonio en España a cuya ceremonia acudieron todos sus antiguos camaradas y tuvieron una vida larga y llena de venturas”. 

























Portada y dorso de los cuadernos núm. 1 y 36, respectivamente