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viernes, 27 de diciembre de 2013

CUENTOS INFANTILES. CUENTO POPULAR. CUENTOS POPULARES ESPAÑOLES. CUENTO ÁRABE. CUENTO POPULAR ÁRABE (Bruguera, 1944)








Editorial: Bruguera
Año: 1944
Ejemplares:  44?

Dibujos:  R. Bataller, Savador Mestres, Cifré, Sabatés...
Guión: Varios
Tamaño:  15 x 21 cm.
Páginas:  8 + Cubierta
Precio:  30, 40 cts.




La colección es hoy conocida por el nombre de Cuentos Populares Españoles, cuando en realidad este supuesto título fue sólo uno más de los variados subtítulos utilizados por la colección a lo largo de su andadura. El título oficial, el señalado por la propia editorial, fue Colección Cuentos Infantiles. 

Su aparición puede hoy observarse como una réplica de Bruguera a la moda del animalandia impuesta primero por el semanario Pocholo y su Guerra en el País de los Insectos (Cabrero Arnal) y más tarde por el sello Marco y su principal colaborador Emilio Boix, con Hipo, Monito y Fifi a la cabeza.

 
Como decíamos, muchos de los cuadernos –no todos-- fueron señalados en portada con subtítulos o referencias en un claro intento de diferenciar el contenido de cada ejemplar. Cuentos Populares Españoles, Cuento Popular Árabe, Cuentos Populares de Aventuras, Cuento Popular, Cuento Árabe y Cuento de Aventuras, fueron los más habituales. También, en escasas ocasiones, se mencionaba al guionista de turno si éste era ancestral: Cuento de Andersen, Cuento de los Hermanos Grinn, etc.  

Adentrados los años cuarenta el segmento del tebeo infantil –con un formato casi siempre menor del habitual-- empezaba ser una realidad. Productos que proponían dos claros valores diferenciales. De un lado un menor precio y, de otro, un tratamiento conceptual de indudable objetividad respecto al posible lector. La escuela anglosajona, propagada en la década anterior por revistas como Yumbo, había hecho del reino animal un referente de gran calado entre el público infante. De ahí que editoriales como Marco, Hispano Americana o Bruguera, entre otras, decidieran adentrarse en estos menesteres.






Puestos a buscar precedentes concretos, hay que señalar la colección de Hispano Americana Infantil de las Grandes Aventuras. Esta cabecera, de enorme complejidad analítica, experimentó con toda clase de géneros, siendo sin duda la que inculcó a Bruguera gran parte del contenido de la presente cabecera, especialmente en lo concerniente al universo animal. La colección de Hispano Americana había puesto de moda al elefante sabio Yumbo –que no era una novedad editorial, pero sí en formato cuadernillo–. Y también al grillo Cri Cri, y al abejorro Pepón, interpretados ambos graficamente --de manera sorpresiva, extravagante y deliciosa--, por Rafael Bataller.

Precisamente sería R. Bataller quien mayor protagonismo tendría en la serie que nos ocupa, siempre dentro de ese código o argumento insectívoro y de animalidad tan propio del autor, en el que los grillos, ratones, cerditos, leones, etc. acaparaban todo el protagonismo. Incluso si se trataba de un cuanto de Andersen, Grinn o cualquier otro cuentista clásico: ahí estaba Bataller con su adaptación animal. Pero no fue el único autor que paseó sus dibujos por la colección; también fueron habituales las firmas de Salvador Mestres, Cifré y Sabatés y alguna otra que no ha sido posible concretar.


La colección intentó ocasionalmente introducir algún que otro personaje fijo, como fue el caso de Las Aventuras de Guau Guau, una deliciosa creación de Sabatés protagonizada por un perrito al que acompañaba una tropa de animales de especies variopintas y del que tan sólo hemos podido confirmar la aparición de un solo ejemplar, el titulado La Derrota de Rompetechos; título premonitorio del catálogo posterior de Bruguera como los lectores sabrán. 

Los datos del Catálogo del Tebeo en España (J. M. Delhom) contabilizan 44 ejemplares, aunque es más que probable que la cifra fuese finalmente muy superior.







martes, 24 de diciembre de 2013

ADIÓS A PEPE ORTÍZ

La pasada madrugada nos ha dejado el maestro de maestros, Pepe Ortíz.

Mi admirado José Ortíz de Sebastián Vargas, Balín, Dan Barry el Terremoto, Pantera Negra, Duque Negro... y un sin fin de creaciones que culminaron en Hombre, tal vez su trabajo de mayor reconocimiento internacional. Ayer, 24 de diciembre, víspera de nochebuena, Pepe Ortíz fallecía en Valencia, ciudad donde residía. Se ha ido también un amigo, un genio a quien tuve el honor de tratar y admirar.  

Al menos nos queda el consuelo del homenaje que le dedicó en vida El Salón del Cómic de Barcelona a través de una exposición monográfica este mismo año. Mil gracias, Pepe, por haber contribuido a elevar el nivel del tebeo español, por ser tan grande. Descansa en Paz.

Para quienes no conozcan sus inicios, aquí pueden ver un par de dibujos originales correspondientes a El Espía (Maga, 1951) --su primer trabajo profesional-- y El Duque Negro (Maga, 1958)



domingo, 24 de noviembre de 2013

IBERO AMERICANAS, MONOGRÁFICOS (1947)


Editorial: Ibero Americanas
Año: 1947
Ejemplares:  4?

Dibujos:  A. Biosca, Manuel Vázquez, Mira.
Guión: 
Tamaño:  17 x 24 cm.
Páginas:  10 + Cubierta
Precio:  1 pta.


Como sucedió con la mayor parte de las editoriales en los primeros asomos del tebeo de posguerra, el desnorte de Ibero Americanas en su política editora fue también más que evidente.

La prohibición de cabeceras fijas o seriadas provocó aquí también la publicación de ciertos cuadernos sin proyección continuista; esos que hoy llamamos monográficos. Y el cuaderno aquí reproducido pertenece a esa casta, junto al menos tres o cuatro ejemplares más con títulos tan dispares como La Fuga del Caimán (humor), Pepinazos del Maguito Pekín (humor) y Safari (aventuras).

En estos cuadernos --que repartieron autoría--, cabe destacar la primigenia creación del inolvidable Manuel Vázquez dentro del mencionado título La Fuga del Caimán. Tal vez en ese nombre, en ese autor --que pasaría a la gloria por sus trabajos y personajes en la revista Pulgarcito--, radique el mayor mérito de los llamados Monográficos de Ibero Americanas. Quien le iba a decir a una editorial de tan corto y discutido gusto, que iba a tener el honor de contar entre sus párvulos autores con el ulterior genio de la historieta, el autor de series como Las Hermanas Gilda; La Familia Cebolleta; Anacleto, Agente Secreto… 

Otro de los autores de cierto nombre en participar de estos cuadernos monográficos fue A. Biosca, quien más tarde heredaría de Ambrós la serie Chispita. Y también José Mira, autor que poco después daría forma gráfica a Máscara Verde en la editora A. Genies.


Perlas en Reinosa, portada y página interior
(A. Biosca)




martes, 12 de noviembre de 2013

ORLÁN, EL LUCHADOR INVENCIBLE (Marco, 1947)





Editorial: Marco
Año: 1947
Ejemplares:  14

Dibujos:  Boixcar
Guión:  Boixcar
Tamaño:  15 x 21 cm.
Páginas:  8 y 7 + Cubierta
Precio:  60 cts.



“Hace ya varios siglos los romanos hicieron una guerra feroz a los vikingos. Estos, peor armados, se defendían no obstante como leones. Orlán fue el más valiente y feroz de sus guerreros”

La colección se inicia cuando Orlan divisa a galeras romanas invadiendo las aguas del lugar en que vive. Deduce que vienen en son de guerra y después de dar aviso al poblado vikingo se prepara para la guerra y empuñando una espada y un escudo exclama: “Es el primer combate de mi vida, no quisiera que mi brazo cediera”. Toda una declaración de intenciones que presagiaba el futuro e invencible luchador en que el protagonista devendría a través de múltiples batallas con los romanos de antagonistas. 

Orlan, el Luchador Invencible fue la última de las colaboraciones de Boixcar con la editorial Marco, el final de una etapa que se había iniciado con El Murciélago (1943) y que había seguido con El Caballero Negro (1945) y El Puma (1946) Un periodo fértil para el dibujante que, no obstante, viviría su mayor apogeo artístico en el sello Toray, editora para la que trabajaría a continuación.  

Orlan mostraba un Boixcar de excelentes hechuras gráficas, aunque tal vez a medio camino aun de la excelencia gráfica. Un dibujo de cierta madurez y dinamismo, pero lejano del trazo estilizado y gallardo tan característico de la obra que más tarde engendraría en Toray.

La colección quedó interrumpida en el cuaderno núm. 14, cuando Orlán, prisionero de los soldados de Emperador Nerón, recibe la noticia de que sus amigos Otón, Brutus y Octavía, también prisioneros, van a ser llevados al circo de los leones. Un cierre de colección que dejó a los lectores colgados de una historia que prometía un desenlace apasionante que no pudo ser.

Las características de la cabecera –formato, precio, número de páginas-- remiten su producción a un periodo anterior al fijado por catálogos y coleccionistas (1947). También la grafía de Boixcar perece corroborar esta observación. Las dos creaciones supuestamente anteriores (El Caballero Negro y El Puma) denotan trazos de mayor madurez, aunque sólo sea en pequeños detalles. Si parece claro que fue la última de las tres en publicarse, pero eso no justifica del todo que fuese la última en ser dibujada. No es más que una apreciación personal.

Hacia el cuaderno número 13, las ocho páginas habituales del interior se redujeron a siete, incluyendo la contraportada, que pasó a ser una página más del cuaderno.  

Portada y primera página del cuaderno núm. 1

  

martes, 29 de octubre de 2013

EL PEQUEÑO LUCHADOR (Valenciana, 1945)









Editorial: Valenciana
Año: 1945
Ejemplares:  230

Dibujos:  Manuel Gago - Luís Gago
Guión:  Pedro Quesada
Tamaño:  21 x 30 cm.
Páginas:  16 y 10 + Cubiertas
Precio:  1,50 y 2 pta.





Siempre he tenido la creencia de que El Pequeño Luchador fue un clon de Fernando –el valeroso y fiel escudero de El Guerrero del Antifaz--. Suponía que Manuel Gago, ante el tirón que poseía entre los lectores este acompañante del paladín enmascarado, decidió clonarlo, cambiarle la espada por dos hermosas pistolas y ponerlo en el quiosco encabezado una publicación del género western --oeste para nosotros, los niños de entonces--. Creía no estar desencaminado hasta que una vez analizadas las coordenadas del presente personaje he descubierto con cierto desconsuelo –tengo que reconocerlo-- que mi creencia no era cierta, que lo reamente cierto es que fue El Pequeño Luchador quien se adelantó varios meses a la aparición de Fernando.

Fred Hood --nombre verdadero del llamado Pequeño Luchador--, hizo su aparición en los quioscos al mismo tiempo que el cuaderno Nº. 11 de El Guerrero del Antifaz. Es decir, cuando aún faltaban doce cuadernos para la irrupción de Fernando, que como todos los aficionados saben tuvo lugar en el Nº. 23. O sea que quizá pudo suceder al revés de como en un principio pensaba, que fuese El Pequeño Luchador quien diera lugar a la aparición de Fernando, aunque más bien creo que la similitud de rasgos y características entre ambos personajes –rubiales, adolescentes, huérfanos en trágicas circunstancias-- fue lo que fue, el resultado de la personalidad del trazo de su autor, la consecuencia de un carácter estilístico ineluctable. Y, por supuesto, de un guionista consciente del ideal del héroe adolescente.

Dibujo original de Manuel Gago que nunca llegó a publicarse

Apenas once cuadernos de El Guerrero del Antifaz habían bastado a Manuel Gago para destapar las enormes cualidades narrativas que atesoraba; de ahí que Valenciana se apresurase a producir este western que a la postre resultaría todo un paradigma del género, la cabecera más longeva en su formato de cuantas se dieron cita en el tebeo clásico español: 230 cuadernos relucientes como soles, con impactantes portadas y un sin vivir narrativo digno del mejor folletín. Quizá la razón del éxito estuvo en la nula diferenciación respecto del Guerrero del Antifaz. Sólo fue necesario un cambio de escenario, de sarracenos por pieles rojas, más una enamorada por aquí, una pretendienta por allá –india por más señas--, un ayudante Matón –que así le llamaban-- un malo malísimo –Jakc, espécimen pérfido a lo Ali Kan--, y la cosa tenía que funcionar requetebién, como así sucedió. Tanto es así, que años más tarde, en 1960, volvió a los quioscos con portadas nuevas, alcanzando tanto o más éxito que en ésta su primera edición.

Portada del cuaderno núm. 1 de la 2ª edición (1960) 

Hasta el momento de su aparición (1945) el tebeo autóctono había recurrido con frecuencia al terreno del western, género que ampliaba su horizonte comercial a pasos agigantados gracias a la cine y a la literatura popular, pero ninguno de esos intentos había tenido apenas recorrido, incluidos los propios de Valenciana con Gago de garante, como fueron Bob Tayler y Tonín el Huerfanito, aunque esta última no fuese del todo muy purista con el género.  

Pedro Quesada, su guionista oficial, iniciaba así el relato: “Una caravana avanza por el oeste americano y se adentra osadamente en los territorios dominados por los pieles rojas de la tribu de los apaches. De pronto una lluvia de flechas cae sobre los exploradores de la caravana y muchos de ellos muerden el polvo antes de que puedan reponerse de la sorpresa. Entre los miembros de la caravana hay un matrimonio que tienen un hijo. Fred Hood, que lucha con sorprendente maestría”. Un chico que pronto se ganará el apodo de El Pequeño Luchador y que tendrá en las tribus indias –Apaches, Comanches, Iroqueses, Sioux, etc.— sus mayores referentes conflictivos hasta el último cuaderno.

Luís Gago tuvo una mínima parte de gloria en la presente serie. Una colaboración puntual, en momentos concretos, ante –suponemos— la imposibilidad de Manuel Gago de hacerse cargo de determinados cuadernos. Esto sucedió en los números 13, 18 y 30, y puede que alguno más.

 Portada del cuaderno Nº 1
Página interior del cuaderno Nº 1