Buscar este blog

domingo, 2 de noviembre de 2014

EL CAPITÁN CORAJE (Toray, 1946)




Editorial: Toray
Año: 1946
Ejemplares:  43

Dibujos:  García Iranzo
Guión: Ayné Arnau- Iranzo
Tamaño:  21 x 32 cm. 
Páginas:  8 + Cubiertas
Precio:  1,50 pta.



El tebeo hecho aventura o la aventura hecha tebeo; eso fue El Capitán Coraje. Habían tenido que desfilar por el quiosco quizá un centenar de cabeceras para que el tebeo autóctono pudiera presumir de genuina aventura, de exotismo, de apogeo emocional, de expresividad gráfica en unas portadas inconmensurables, distintas de todo lo conocido hasta la fecha, si exceptuamos, quizás, las de El Guerrero del Antifaz. Por fin una colección podía competir con los héroes de procedencia USA importados por Hispano Americana.

El Capitán Coraje se engloba sin duda alguna en el top ten de las grandes colecciones del tebeo autóctono. Con un Iranzo de enorme voracidad expresiva, esplendoroso y rotundo en el trazo; una grafía que parecía salir de las mismísimas entrañas, de un instinto formal bufón y canalla. Paradójicamente este autor no fue el elegido en un principio para dar vida gráfica al personaje. El elegido inicial había sido un inexperto Macabich, que con un sólo cuaderno dejó tambaleante la colección.

Observando el primer cuaderno, la serie parecía condenada al fracaso –como la gran mayoría de las cabeceras de esos años—, pero con la llegada de Iranzo el personaje transmutaría en un héroe de gran atractivo, una figura que emanaba magnetismo gráfico --y no sólo por el antifaz que lucía--, convirtiéndose de inmediato en el primer gran éxito de Toray. Una editora nacida en el año anterior (1945) de la mano del empresario y guionista Antonio Ayné Arnau (no confundir con su primo, el dibujante, Antonio Ayné Esbert). Era la primera colaboración del autor con la editorial, después de haber dejado su particularísimo sello en creaciones como Dick Norton (Leyendas Infantiles, 1944) La Ciudad del Gong (Chicos, 1944) y unos cuantos cuadernos primorosos en la colección de Bruguera, Aventuras y Viajes.

El guión en su inicio –obra de Antonio Ayné-- era más bien recurrente. Con dos Condes a la gresca: uno bueno y el otro malo, malísimo. Precisamente era este último, el Conde Fardelys, quien gobernaba a sus súbditos de forma tiránica. El pueblo suspiraba por una alternancia de autoridad, deseoso de que el buen Conde, el de Clarisa, llegara al poder. En esa tesitura hace su aparición un famoso justiciero enmascarado al que llaman El Capitán Coraje, aparición que se produce cuando el hijo del Conde de Clarisa es supuestamente asesinado cuando se dispone a volver al condado en ayuda de su padre. 

Ya con guión del propio Iranzo, las intrigas palaciegas del inicio tornarán en ambientes pirateriles y exóticos, una antesala de lo que el autor depararía unos años más tarde con su cautivadora creación El Cachorro, sin duda alguna la mejor serie de piratas del tebeo español.

El Capitán Coraje dejó al descubierto la trivialidad de muchas de las colecciones que se editaban en ese tiempo en España. Iranzo llegó a ella como un huracán, con ansias de manifestar el caudal creador que llevaba dentro, empeñado en mostrar una nueva manera de diseccionar la acción, de escarbar en la esencia aventurera. Una coral subyugante de héroes y villanos muy diferente de todo lo conocido hasta la fecha en el segmento del cuadernillo.

Portada del cuaderno núm. 9

Fue la primera colección de Toray planteada en gran formato (21 x 32 cm.), siguiendo la moda impuesta por Hispano Americana seis años atrás. También constituyó la inicial incursión de la editorial en la vertiente realista, después de un par de intentos de carácter humorístico e infantil y de toda una realidad como era ya en esos momentos Azucena, aparecida hacia finales del año anterior, 1945. 

La dualidad de Iranzo como autor pudo observarse en los dorsos de la mayor parte de la colección, con un personaje de trazo humorístico titulado Aventuras de Espadito. Los interiores de portada y contraportada alternaron pasatiempos e historietas de la mano de Ayné.

A su finalización, en el cuaderno Nº. 43, la colección fue recopilada en 11 tomos, conteniendo cada uno de ellos cuatro entregas –por lo que tuvo que ser remontada--. Años más tarde volvió de nuevo al quiosco, ahora en formato cuadernillo tradicional (17 x 24 cm.) Muchas de las portadas fueron retocadas o redibujadas; incluso alguna de nuevo cuño, al ser editada en 44 cuadernos siguiendo la pauta de los tomos.  



Portada e interior del cuaderno núm. 2
  

domingo, 14 de septiembre de 2014

EL JINETE DESCONOCIDO (COLECCIÓN DIVERSA) Bergis Mundial, 1945




Editorial: Bergis Mundial
Año: 1945
Ejemplares:  3?

Dibujos:  Acob (Macabich?)
Guión: 
Tamaño:  15 x 21 
Páginas:  8 + Cubiertas
Precio:  0,60 cts.




Bergis Mundial fue una humilde editora barcelonesa que a mediados de los años cuarenta incursionó en el espacio del tebeo. Y lo hizo de forma modesta pero decidida, colocando en el mercado varias cabeceras a la vez, aunque ninguna lograría progresar con éxito en el mercado. Su condición humilde y primeriza dificultó una mejor selección de guionistas y dibujantes. En 1945, año del estreno editorial, el sector del cuadernillo lo copaban un ramillete de editoriales de cierto recorrido y experiencia: Hispano Americana, Valenciana, Marco, Bruguera, Cisne y alguna más. En ellas se aglutinaban la práctica totalidad de los autores que venían despuntando en la ilustración y la viñeta en nuestro país.   
Eran tiempos de gran ebullición sectorial, como demuestra la gran cantidad de editoriales que se iniciaron año arriba o debajo de la fecha de aparición de la presente serie. La mayoría de ellas con poca fortuna, condicionadas por la falta de experiencia y, con frecuencia, por la nula calidad de sus colaboradores. Dibujantes en su mayoría desconocidos, que en muchos casos apenas alcanzaban la adolescencia. No sabemos si sería el caso del dibujante de esta mini colección, Acob, firma o seudónimo del que no ha sido posible localizar ningún otro trabajo.
Pese a ello, el dibujo de Acob presagiaba un estimable futuro. Con trazo enérgico y garboso --también desproporcionado en ocasiones--, en el que se apreciaba cierta delicadeza y mimo, aun dentro de la ingenuidad. Puestos a especular, creo que detrás de esta firma bien pudo estar un joven Jordi Macabich que por ese tiempo iniciaba su andadura.
El Jinete Desconocido apareció englobada dentro la Colección Diversa, una especie de distintivo en el que iban a tener cabida otros personajes, como se pudo comprobar con Aventuras de Polvorilla y su Pandilla, un protagonista en clave infantil del que al parecer sólo llegó a publicarse un cuaderno.
En cuanto a la trayectoria de este protagonista --personaje estereotipado, a lo Búffalo Bill; un cowboy de pistola fácil puesta al servicio de los débiles o desamparados-- podemos dar fe de la publicación de dos cuadernos: Asalto al Rancho y Entre Pieles Roja, aunque no se pueda descartar la publicación de un tercero titulado Puños y Pistolas, al menos así fue anunciado por la editorial. Pero no ha sido posible constatarlo físicamente.

Portada y página interior del cuaderno Nº 2 




viernes, 23 de mayo de 2014

EL JINETE DEL DIABLO / EL JINETE SALVADOR (Lerso, 1946)


Editorial: Lerso
Año: 1946
Ejemplares:  14?

Dibujos:  V. Peris y Karpa
Guión: J. L. Sellés
Tamaño:  17 x 24 y 16 x 22 cm.
Páginas:  16 y 10 + Cubierta
Precio:  1 y 0,60 pta.


El Jinete del Diablo, título elegido por editorial Lerso para señalar a la presente colección, parecía tomado del cine de cowboys o caballistas, tan popular en décadas anteriores y también en ese tiempo. De hecho, en los años veinte y treinta, fueron varios los films que utilizaron el término jinete en su composición: El Jinete Vengador (1919), El Jinete Rojo (1925), El Jinete Misterioso (1927), El Jinete Huracán (1931), El Jinete Relámpago (1933), El Jinete Alado (1935)…, incluso El Jinete Diabólico (1925), entre otros. Cintas protagonizadas por afamados actores del género: Tom Mix, Ken Maynard, Harry Carey, etc.
Hacía ya varios años que el western había llegado al cuadernillo español, pero tan sólo Hispano Americana había utilizado el término Jinete en una cabecera: El Jinete Enmascarado (1943), personaje de procedencia americana conocido universalmente como Lone Ranger o El Llanero Solitario. Así pues, salvo un intento baldío de Bergis Mundial (sólo un ejemplar) titulado El Jinete Desconocido, El Jinete del Diablo de Lerso constituyo la primera incursión de autoría autóctona y de cierto recorrido bajo ese enunciado.
La colección inició su andadura arropada por dos jóvenes autores valencianos que iniciaban su aproximación al medio por esos años. De un lado, en lo gráfico, Alberto Peris (A. Peris), quien ya venía colaborando con la editorial desde el año anterior con la serie Cantinflas y Cateto (1945) y que más tarde destacaría por su trabajo en el ámbito del cartelismo cinematográfico. De otro, José Luis Sellés, guionista de otras cabeceras coetáneas en la propia Lerso, y que a la postre no tuvo demasiado recorrido en el medio. Su colaboración más significativa tuvo lugar en la cabecera Gary Cooper (Jovi, 1950)  
La plasmación gráfica del personaje de A. Peris era la de un cowboy auténtico, si nos olvidamos del antifaz. Un pistolero en toda regla, con dos pistolas –una por cinturón--, sombrero a lo Ken Maynard, pañuelo a lo Jonh Wayne y, sobre el pecho, una cabeza escarlata de Satanás con cornamenta.
El protagonista no difería mucho de otros héroes del tebeo, como pueden apreciar en el siguiente texto introductorio: “El Jinete del Diablo es un misterioso personaje, defensor de la justicia. Surge su presencia inesperadamente cuando su intervención es precisa para castigar a un bandido o auxiliar a un necesitado”. Nada nuevo bajo el sol, o bajo el quiosco, como pueden observar. Sin embargo, los censores de la época no debieron pensar lo mismo. ¿Jinete del Diablo?..., ¡Por Dios!..., ¡Hasta aquí podíamos llegar! Un héroe haciendo apología del mismísimo Diablo. Y encima luciendo sobre su pecho la simbología del anticristo. Luego llegarían al tebeo otros diablos, pero sin la connotación e iconografía satánica de este. Así, pudimos ver colecciones como El Diablo de los Mares (Toray, 1947) El Diablo Negro (Hércules, 1948) y El Diablo Verde (Iberoamericanas, 1948), sin que aparentemente hurgasen en las conciencias de los censores.
Con esa confección nominativa y gráfica, El Jinete del Diablo pudo recorrer al menos ocho cuadernos. El supuesto núm. 9 (la serie no fue numerada) apareció ya con otro nombre –qué remedio--: El Jinete Salvador, que sonaba más moralista y benefactor. También fue sustituida la cabeza de diablo que figuraba sobre el pecho del protagonista por la de un felino.
Pero esos no fueron los únicos cambios. Con anterioridad, en el cuaderno núm. 4 se producirían varias permutas que se mantendrían en adelante: cambio de formato (de 17 x 24 a 16 x 22 cm.); de paginación (de 16 páginas interiores a 8) y de precio (de 1 pta. a 0,60 cts.). Un vuelco revolucionario buscando mayor penetración de mercado, mejores ventas. Una entrega más adelante, en el cuaderno núm. 5, Lerso incorporó en el dorso un ingrediente más con una aventura protagonizada por dos buscadores de oro en África titulada Smuden y Basseht, –firmada bajo el seudónimo de Jim Logan-- que se mantendría hasta el final de la colección.
También en el cuaderno núm. 5 la fiebre de los cambios alcanzó a Alberto Peris, el dibujante, aunque en este caso el sustituto, un jovencísimo Rafael M. Catalá, alias Karpa –el de Jaimito-- no representó una evolución sino todo lo contrario, perdiendo la colección la poca frescura y dinamismo que tenía. 
Mantuvo un recorrido de al menos 14 ejemplares. Podemos dar fe.  


 Portada e interior del cuaderno núm. 3
Dibujos de Alberto Peris




viernes, 28 de febrero de 2014

JEQUE BLANCO (Rollán, 1951)




Editorial: Rollán
Año: 1951
Ejemplares:  137

Dibujos:  Laffond / Armando
Guión: Varios
Tamaño:  17 x 24 cm.
Páginas:  10 + Cubierta
Precio:  1,25 pta.



Al igual que otras muchas editoriales de la época, Rollán inició su andadura con la edición de novelas populares, principalmente. Eso sucedía en 1947. Nada por entonces hacía presagiar su esplendorosa irrupción en el universo del tebeo. La primera cabecera en ver la luz sería la popularísima Aventuras del FBI, seguida de inmediato por la presente, Jeque Blanco, ambas en 1951.
Por fin una editorial madrileña parecía hacer sombra a las factorías del tebeo ubicadas en Barcelona y Valencia. Un presagio que pronto se vería confirmado por el éxito de ventas alcanzado por una y otra colección, con especial gloria de la primera.
Diseño de portada, impresión y calidad del papel, elección de dibujante, fueron valores diferenciales de la puesta en circulación de Rollán como editora de tebeos, una fórmula que culminaría con un éxito casi avasallador a través, principalmente, de una triada de colecciones de indudable jerarquía sectorial (véase también Mendoza Colt)
Para dar forma a este exótico justiciero llamado Jeque Blanco, Rollán requirió los servicios gráficos de José Laffond, dibujante que años atrás había mostrado su elegancia y buen hacer con un personaje en línea estética con el presente: Raj Cobra (A. Nieto, 1949), un héroe selvático de rostro oculto --que no pasaría de la tercera entrega— que hoy está considerado uno de los mas singulares alumbramientos del sector en esa década. Mérito que hay que atribuir, principalmente, al buen hacer de Laffond, a su trazo febril no exento de cierto barroquismo. El mismo que haría las delicias de los seguidores de la presente serie durante algo más de una docena  de cuadernos.




















Portada del cuaderno núm. 4 
Dibujos de Laffond

Lamentablemente Laffond abandonó la serie en el cuaderno Nº 13. Suponemos que de forma voluntaria. Lo que parece claro es que su salida de Rollán nada tuvo que ver con un escaso reconocimiento a su trabajo por parte de la editora o del público lector. Jeque Blanco mostró desde su inicio unas hechuras gráficas vigorosas y elegantes, con un personaje a lo Lawrence de Arabia de lo más exótico. Así fue presentado así por la editorial: “El más audaz Agente Secreto norteamericano --que en la segunda Guerra Mundial había alcanzado por su valor el título de JEQUE BLANCO entre los feroces beduinos del Sahara— llega a Marruecos para realizar una misión especial y peligrosa por orden del Jefe del Estado Mayor de los EE. UU”.
Las aventuras del protagonista se inician en África, en Orán, para ser precisos, donde el agente es requerido para controlar las sublevaciones de las tribus árabes en la zona; un territorio que le era familiar debido a su anterior tarea en ese continente como reclutador de hombres durante la 2ª Guerra Mundial.
En su primera aventura se topa con un morito de lo más despierto y dicharachero, un émulo de Pedrín --como no podía ser de otra manera en esos años de domino comercial de la serie de Valenciana— llamado Alí, y a quien Ray Lancaster –nombre real del protagonista-- adoptará como escudero de sus andanzas justicieras. Unas andanzas que con la llegada de un nuevo dibujante a la serie –y quizá también de un nuevo guionista, serán situadas en territorios más mundanos y por tanto de menor exotismo, aunque no carentes de atractivo. Armando –el dibujante que tomó el relevo de Laffond— sorprendió con una puesta en escena de lo más pendenciera y obstinada, a pesar de ser un recién llegado al medio. 




Portadas de Armando números 53 y 89, respectivamente

Con un dibujo algo estrafalario en inicio, en consonancia con su bisoñez, Armando acabo dotando a la serie de extraordinaria personalidad, muy por encima de la mayoría de cabeceras del sector. Portadas de gran magnetismo, muchas de ellas de expresividad canallesca. Encuadres valientes, incluso inusuales, de gran plasticidad aun en la crueldad agresividad de la que hicieron gala. Todo un éxito que logró extenderse en los quioscos a lo largo de 137 cuadernos. La creciente evolución de este injustamente olvidado autor, se plasmaría años más tarde en cabeceras como Arizona (Toray, 1959) y Hacha y Espada (Maga, 1961), entre otras.  

Página interior del cuaderno núm. 1
Dibujos de Laffond